"De las 47 lenguas originarias que se hablan en el Perú, 17 están camino a desaparecer". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"De las 47 lenguas originarias que se hablan en el Perú, 17 están camino a desaparecer". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Patricia del Río

Cada dos semanas muere una lengua de las 7 mil lenguas que se hablan en el mundo. Nuestro país es casi tan vulnerable a esta depredación lingüística como a los efectos del cambio climático. De las 47 lenguas originarias que se hablan en el Perú, 17 están camino a desaparecer y 7 ya las podemos dar por muertas, pues cada una tiene menos de 10 ancianos que ya no encuentran con quién conversar.

Son varias razones por las que muere una lengua: la desaparición de grupos humanos por enfermedad o conflicto bélico provocó la extinción de muchas de ellas durante la Conquista. La represión de un Estado que impide a las minorías usar sus propias lenguas fue un intento de exterminar el catalán y el euskera durante la dictadura de Franco. Cuando un idioma se convierte en un estigma que encasilla a quienes lo usan en categorías como “serrano”, “ignorante”, “recién bajado” (como ha ocurrido por siglos con el quechua), sus hablantes lo reservan para contextos familiares o simplemente deciden enterrarlo para siempre.

En aras de la unificación de una nación y del progreso se han cometido atentados aberrantes contra las lenguas originarias. Lo curioso es que el monolingüismo, como tal, no existe prácticamente en ningún lugar del mundo. El plurilingüismo, en cambio, es la muestra de la riqueza cultural que tiene un país, que no es menos importante que su riqueza arqueológica o gastronómica. No puede ser que para los peruanos el cebiche o Chan Chan sean motivo de orgullo y que el shipibo o el jaqaru sean sinónimo de subdesarrollo.

En el Parlamento nacional, ahí donde deben estar representados todos los peruanos, las congresistas Hilaria Supa y María Sumire fueron acosadas, en su momento, por intentar hablar en su lengua materna. Hace unos días, a la congresista Tania Pariona le rechazaron un proyecto de ley por estar escrito en quechua. La grosera discriminación ya se corrigió, pero estos hechos dan cuenta de lo lejos que estamos de entender el valor de nuestras lenguas originarias y el respeto que merecen sus hablantes.

Sin embargo, en este contexto discriminador se abre una esperanza, pues este mes el Gobierno promulgó el decreto supremo que crea la Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición Oral e Interculturalidad. Esto significa que los hablantes de lenguas distintas al castellano tendrán verdadero derecho a ser atendidos por el Estado en su lengua materna, y que se apoyará la investigación y preservación de las que se están perdiendo.

Por primera vez, después de los fallidos (y torpes) intentos de Velasco Alvarado por revalorizar las lenguas originarias, el Perú cuenta con una política lingüística que, bien aplicada, podría convertirnos en un país más integrado y más humano. Por el bien de los niños que serán amamantados en alguna de nuestras lenguas originarias, que así sea.