¿Qué diablos hacemos hasta el 2016?, por Fernando Vivas
¿Qué diablos hacemos hasta el 2016?, por Fernando Vivas
Redacción EC

Lo que vivimos no es un caos sino un pequeño agujero negro, un vacío de poderes políticos que han suspendido su voluntad de tomar decisiones hasta que se sientan listos para arrancar la campaña al 2016. Así de inseguros estamos ante el futuro, así de retrecheros estamos ante las responsabilidades del presente.

Eso que Humala llama ‘ruido’ no es tal. Es silencio o, si prefieren, es el cuchicheo de los intrigantes que andan ajetreados buscando audios, es la estática de su mutismo ante las grandes interrogantes populares: ¿Cuánto más escalará la inseguridad en la era Urresti?, ¿de veras sirve ese fantoche para combatirla?, ¿cuánto más nos desaceleraremos?, ¿funcionará el paquete reactivador?, ¿habrá una mejor y más integral ley sobre empleo? ¡Responde, Ollanta!

Sucede que los gobiernos debilitados, como este y como el de Alejandro Toledo en una fase similar de su gestión, confunden dramáticamente el origen de sus crisis. Achacan a las intrigas subalternas, a las portadas vocingleras y a los opinólogos sus problemas de decisión. Ejemplo: ¿Sabían que desde el 2012 los funcionarios del tienen listo un documento de actualización de sus lineamientos estratégicos hacia el 2021, y están aburridos esperando que la PCM lo presente en sociedad? Allí se señalan metas en seis líneas de acción: economía, competitividad y empleo; Estado y gobernabilidad; desarrollo regional e infraestructura; recursos naturales y ambiente; oportunidades y acceso a los servicios; derechos fundamentales y dignidad de las personas. ¡A esto debe abocarse el humalismo! 

La división interna y el titubeo del gobierno en su recta final tienen agravantes: líderes nacionalistas estarían haciendo cálculos de salida y reciclaje. Salomón Lerner Ghitis los espera con los brazos abiertos, pero también podría recibirlos un frente más corrido hacia el centro. ya renunció, Marisol Espinoza ha dado señales de fuga y Ana Jara podría dar fin a su castidad nacionalista, si sus jefes mantienen a Daniel Urresti. 

Tendremos que ser los ciudadanos –¡oigan, chicos, esto es más serio que la ‘ley pulpín’!– quienes exijamos un acuerdo de gobierno y oposición, para que en este 2015 el futuro no se nos vaya de las manos. El punto mínimo ya está esbozado (adiós a Urresti, Cateriano, Figallo y Omonte), pero las bancadas opositoras –que titubean como el gobierno, pues no saben qué les conviene para el 2016– prefieren no decirlo con claridad.

Ollanta y Nadine van a acabar mal, pero peor terminarán si no ceden hoy, para asegurarse una responsable recta final. La confianza en Urresti como un bastión hoy ofensivo y mañana presidenciable puede llevarlos al suicidio. Con Pedro Cateriano ya habían asumido dosis autodestructivas (¡Alfredo Torres ha demostrado estadísticamente que el insulto no paga!), pero con Urresti la dosis es letal.

A la ciudadanía no le importa que hagan reglaje o se insulten, sino que de un lado y otro se demuestre la capacidad de decisión asociada a los grandes temas de gobernabilidad. Allí no hay ruido, allí reina el silencio, y, sí, algunos mediocres, intrascendentes susurros de intrigantes.