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Si el Gabinete Zeballos fue el del martillazo, el Gabinete Cateriano no será el del baile, como preconizaba ese ya desfasado ensayo de Tomás Pueyo que prometía que la liberación de las cuarentenas coincidiría con la disminución de los contagios. Será el de una danza macabra. Pueyo había maquillado la verdad dura: el martillazo aplana y prolonga, pero no acaba con el problema.
Por lo tanto, no podemos periodizar la política y decir que un Gabinete fue el de la contracción, y este será el de la apertura. Ya con el primero se reabrió buena parte de la economía y los protocolos sectoriales están pauteados para que el nuevo Gabinete los ejecute.
En realidad, la frontera entre Zeballos y Cateriano no es el ciclo natural de la epidemia; sino el desgaste y la extenuación del Ejecutivo. Vizcarra ha hecho postas porque ya no jalaba más con los mismos caballos y, de alguna manera, quería culpar a los que se fueron, de las excesivas rigideces de la cuarentena. Algo injusto, si se tiene en cuenta que cualquier exceso y error en la pandemia fue colegiado y decidido, en última instancia, por el presidente.
Muchos quieren ver en los fichajes de Cateriano un viraje desde los funcionarios de izquierda protocolizados hacia la derecha empresarial libertaria. Puede haber algo de eso y sumemos que ha vuelto a revolotear la puerta giratoria que estaba algo atascada tras la caída de PPK; pero, ojo, la emergencia impone una intervención regulatoria y una tutela del proceso de apertura que no es la que hubiera preconizado un liberal como Cateriano. Vamos, que no la hubiera preconizado nadie si estuviéramos sanos.
Me temo que a este Gabinete se le viene algo que no será nuevo para el país ni para Vizcarra, pero sí para su primer ministro y para sus fichajes: la conflictividad social. El estado de emergencia ha apagado y embalsado muchas protestas, pero se puede presumir que algunas también se liberarán junto con la economía. Por ejemplo, el reclamo desgarrador de la señora de Arequipa corriendo tras la caravana del presidente y la ministra Mazzetti, no distingue entre responsabilidades regionales y centrales, y se puede expresar de distintas formas, menos aisladas y más organizadas.
Por eso, el estado de emergencia no cesó junto con la cuarentena: no se ha mantenido solo por exigencia sanitaria sino para prevenir chispazos de conflictividad e inseguridad ciudadana.
Cateriano y su Gabinete necesitan tino, coraje y mucha imaginación para conciliar intervención y emergencia; o sea, regulación y control, con un impulso liberal y reformista. Y, claro, necesitan mucha concertación, de ahí que el diálogo que empezó con las bancadas es una parte del que le espera con muchos otros sectores postergados del país.