Rolando Arellano C.

Siendo los más emprendedores del mundo, algo que nos impide progresar es que los somos también los más desconfiados (World Value Survey 2020). Felizmente, podemos cambiar eso si, como regalo de al país, retomamos la antigua costumbre de saludar a quienes se encuentran cerca. Es simple de hacer y sus efectos son milagrosos.

Primeramente, cuando saludamos y nos miramos las caras, los individuos nos convertimos en personas ante el otro, nos identificamos y nos conocemos. También, como lo dice la historia, al levantar la mano o apretar la del otro mostramos que venimos sin armas, en son de paz. Además, al decir (que tengas) buenos días, expresamos que queremos su bienestar, y que le deseamos salud, de allí viene el verbo ‘saludar’. Al saludar, nos hacemos entonces más humanos, damos el primer paso para conocernos y expresamos nuestro deseo de ser parte de un grupo pacífico, que colabora para el bien de todos. Lo contrario de quien, al no saludar, se excluye y se sumerge en sí mismo, en su ego, de donde proviene la palabra egoísmo, que tanto daño hace hoy.

No es que todos hayamos olvidado saludar, pues en muchos países, Colombia, por ejemplo, se saluda entrando al bus, al ascensor o a la bodega, y en nuestros pueblos y zonas rurales quien no saluda al cruzarse en la calle es poco confiable. Eso, sin olvidar que sigue siendo fundamental en la educación de los niños en casa.

Por ello, si en estos momentos de fiesta de la patria cada uno de nosotros, usted y yo, estimado lector, empezamos a saludar a nuestros prójimos, podremos iniciar un movimiento de confianza entre peruanos. No tenemos para ello la excusa de que hacerlo es complicado, ni aquella tan común de que se necesita que otros se comprometan. El saludo es una decisión individual y tiene la magia de multiplicarse exponencialmente, pues los saludados empezarán a su vez a saludar a otros. Haga el lector la prueba y verá que así ocurre.

En fin, hoy que el Perú necesita juntarse para resolver su grave problema de gobierno, la unión que aporta el saludarse puede ser de gran ayuda. Mejor aún, para cuando el corto plazo se resuelva, que estamos seguros será pronto, y debamos empezar a acometer un gran proyecto de desarrollo en el tercer siglo de nuestra independencia, el saludo amplio, sonriente y democrático será un arma muy valiosa.  

Sin esperar a que otros lo hagan, empecemos a saludar nosotros y, con ello, generemos la magia de la reciprocidad, que podría ser el comienzo de una nueva y verdadera comunidad peruana. Un sentido de nación, de confianza entre peruanos, que nos evite repetir el pésimo título de la columna de hoy. ¡Feliz 28 de julio para todos!

Rolando Arellano C. es CEO Arellano Consultoría para Crecer