(Foto: Andina)
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Pedro Tenorio

La pregunta es sencilla: si partidos y políticos de trayectoria no son capaces de proponer soluciones reales a problemas tan graves como los que padece , ¿quién lo hará en vez de ellos? ¿Saben en qué consiste el servicio público, para qué –que no sea en beneficio propio– aspiran a un cargo político? Hoy asistimos a una de las campañas electorales municipales más sosas de las que tenemos memoria. Cuanto más urgentes se revelan los problemas de la capital, más carecemos de propuestas de solución. Voluntades hay, entusiasmos sobran, pero escasean planes y promesas de liderazgo capaces de sacar adelante una metrópoli de más de nueve millones de habitantes en crisis.

Más que hablar de candidatos, hablamos de organizaciones que participan con desgano y a media caña renunciando a toda posibilidad de gobernar la ciudad más importante del país. El partido de Gobierno –PpK– tiene un representante lejos de toda posibilidad y sin equipo técnico ni maquinaria electoral que lo respalde. Y el fujimorismo, la principal fuerza de oposición, se tomó la elección como ya lo había hecho en el 2014, cuando solo obtuvo el 2,3% de los votos en Lima. Es decir, como un esfuerzo de segunda línea, sin arriesgar un aspirante que pudiera ser identificado como cercano a su candidata presidencial y, todo indica, solo por cumplir. Más allá de los esfuerzos de Diethell Columbus por destacarse y avanzar con posibilidades, aparece muy rezagado del primer pelotón a 25 días de los comicios.

Es verdad que partidos como Acción Popular y el PPC van con lo mejorcito que tienen en vitrina –Jorge Muñoz y Alberto Beingolea, respectivamente–, pero sus candidaturas no levantan vuelo. Podrían mejorar a partir de los debates, aunque nada es seguro. El favoritismo continúa de la mano de personajes más populares, como es el caso de Renzo Reggiardo, Ricardo Belmont, Daniel Urresti, Luis Castañeda Pardo y, a lo más, Enrique Cornejo. Ninguno se destaca por el conjunto de su propuesta electoral, más bien es el grado de conocimiento que tiene de ellos la ciudadanía lo que los ha venido sosteniendo. De ahí que en la encuesta Datum de la última semana, el blanco o viciado tenga mayor intención de voto (19,3%) que Reggiardo (19%) y Belmont (10,3%), y que ahí nomás los aceche el “No sabe/ No opina” (14,5%).

Estamos viendo no solo apatía en los votantes, sino desdén. Repetimos aquello de “a grandes males, grandes remedios”, pero al votante limeño de hoy nada le genera esperanza. Me temo que sea un aviso de lo que veamos en el 2021, cuando nadie del “elenco estable” despierte expectativas. ¿Volverá entonces la sombra del ‘outsider’ antisistema? Tal como camina el Perú político, parece lo más probable.