(Foto: ONPE)
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Rolando Arellano C.

El año que comienza nos traerá muchos desafíos y para contrarrestarlos necesitamos aprender, y enseñar, diversos aspectos básicos de la vida en sociedad. El más apremiante, por la cercanía de las elecciones, es lo que llamaremos el ABC del voto, el “por qué” votar. Eso porque el sentido profundo del sufragio ha sido olvidado, tergiversado o nunca aprendido por muchos ciudadanos. Veamos.

Lo primero que debemos aprender es que nuestro voto es importante, aunque sea uno entre varios millones. No se acuse aquí al cronista de exagerado, pues de otra manera no se explicaría la ligereza con la que muchos ciudadanos deciden su elección, con frecuencia en la fila de sufragio. Lo confirman las encuestas de intención de voto, cuya volatilidad hace sudar a los encuestadores y solo puede explicarse por la falta de una decisión reflexiva.

Lo segundo que debemos conocer es que nuestro voto influye en la manera en que actúan los gobernantes. Aunque algunos puedan decir que esa afirmación es sarcástica, lo cierto es que muchos critican “a las malas autoridades”, como si ellas no hubieran sido elegidas por la población y más bien sean fruto de un designio externo. ¿Una prueba estadística? Ese 80% o 90% de personas que dice “ese Congreso no me representa”, sin autocrítica por haber elegido a esos representantes.

Lo tercero es que la elección que hacemos no es un acto puntual sino un compromiso con la persona que elegimos. Eso porque muchos ven el voto como una especie de apuesta por el triunfo de un candidato, donde se vota por el que va mejor en las encuestas. Y también se observa en el “yo no voté por él”, tan escuchado poco después de la elección, en lugar del responsable “voy a vigilarlo pero también apoyarlo para que trabaje bien”.

Pero lo más importante de aprender es que nuestra elección no solo nos concierne al hoy y al nosotros, sino también a nuestros hijos y a los que vengan después. Aprender que un candidato que promete regalarnos cosas sin decir cómo repondrá lo dado, quizás nos dará alegría a los que las recibimos, pero dará muchas tristezas a los que vengan después, cuando se acabe esa riqueza. Podríamos dar ejemplos varios de ese caso, pero recordar a Venezuela es suficiente.

¿No es más importante aprender “cómo” votar? dirían algunos. Es muy importante hacerlo, pero si no se entiende primero el “por qué” hacerlo, el interés por conocer el cómo es mucho menor.

Y si la pregunta final es quién debería enseñarlo, la respuesta es: todos los que ven la gravedad del tema. Porque su importancia es grande, su urgencia mayor, y la necesidad de ciudadanos de buena voluntad que actúen para salvar al país de tragedias futuras, inmensa. Empecemos ahora.