(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Rolando Arellano C.

Las evidencias diarias, incluidas las encuestas donde más de la mitad de los peruanos dice que no confía en las empresas, muestran la mala relación que tenemos con ellas. En esta semana de la amistad, conviene preguntarse por qué sucede esto, ya que tenerlas más cerca del corazón sería lo mejor para todos.  

¿Será que no las queremos porque su mundo nos es lejano? Ciertamente no, porque diariamente recibimos de ellas alimentos, vestido, educación y transporte, teniendo con ello mucho más bienestar que en las épocas de producción de autosubsistencia. Por otro lado, el ingreso de las mayorías viene del empleo privado o la empresa propia, mucho más que del gobierno o las ONG, por lo cual el mayor deseo de los padres es que sus hijos trabajen para una empresa, o creen la suya. Las empresas están con nosotros tanto en nuestros ingresos como en nuestros gastos.  

¿Será porque los independientes pequeños no son realmente empresarios? No los llamamos así, pero nuestros estudios muestran que se sienten y les gustaría ser reconocidos como tales. Más aun, ellos solos desempeñan las tres funciones que definen a un empresario: invertir, dirigir y hacer. Todas ellas funciones que en las empresas grandes se reparten entre varias personas. Los taxistas, bodegueros y consultoras de belleza son así a veces más “empresarios” que algunos de grandes empresas.  

¿No estará el problema en que las empresas, sobre todo las grandes, no actúan correctamente? Ciertamente hay malos empresarios, como los que engañan a sus consumidores, se confabulan para estafar al Estado o evaden impuestos, pero son solo unos pocos entre los millones de empresas existentes, y por cierto no son solo las grandes. De hecho, dar coimas para trámites o procesos es una presión diaria de grandes y pequeños, y más bien la evasión tributaria es más común en los más chicos, los del sector informal, que en los de mayor tamaño.  

Es claro entonces que el desamor que existe entre la sociedad y las empresas más que a aspectos objetivos se debe a que ambas partes, como algunas parejas, no se conocen de manera adecuada. Por un lado, se ve que nuestra sociedad no ha entendido la importancia que las empresas tienen para su bienestar. Por el otro, los empresarios parecen haberse solo preocupado de aportar producción y trabajo, sin buscar una relación afectiva más intensa con los ciudadanos. No solamente no han hecho mucho por mostrar que los malos empresarios no los representan, sino que tampoco han entendido que su objetivo empresarial de lograr la lealtad con sus clientes se parece mucho al amor. Como dirían algunos, no se han hecho querer. Este 14 de febrero es una buena fecha para empezar. Feliz Día de San Valentín.