¿Es usted el culpable de la pandemia?

PARA SUSCRIPTORES: Somos la muerte

Pero entonces, ¿por qué tenemos casi un fallecido por cada 1.000 habitantes, mientras que México y Argentina tienen la mitad o menos? Tres razones podrían explicar este terrible dato.

La primera es que, como solo se considera fallecido por COVID-19 al que se le diagnosticó con la enfermedad, el país con mayor cantidad de diagnosticados (y de pruebas) tendrá más posibilidades de reconocer “FxCOVID-19”. La segunda, que aun con un menor porcentaje de contagios, nuestro sistema de salud no tiene la capacidad para evitar que los enfermos fallezcan. La tercera, que los peruanos somos más frágiles frente al virus que otros países.

Sobre lo primero, sin duda un mayor número de pruebas realizadas explica en parte mayores cifras de mortalidad. El Gobierno hizo bien en democratizar los tests, pero al no interpretar adecuadamente sus datos tomó decisiones equivocadas. Debería revisar lo que dicen sus analistas.

Sobre lo segundo, es muy probable que un porcentaje de nuestra alta mortalidad se deba al inmenso déficit del país para tratar a los enfermos, que se ve en la desesperación de los pacientes por obtener oxígeno o sitio en las UCI. Las autoridades deberían proporcionarles a nuestros héroes médicos una capacidad real de salvar vidas. Solucionar el déficit de las UCI (a cinco meses de llegada la pandemia solo hay 1.500 camas en todo el país) es urgente.

Sobre lo tercero, la falta de ingresos de las familias por la inmensa caída de la economía estaría aumentando la mortalidad. Lo que para las autoridades es una cifra del PBI, para los más pobres es un plato de sopa menos, que los fragiliza, los expone a cualquier virus y los obliga a salir a la calle para buscar recursos. Debemos entender que la economía no juega un partido separado de la salud, y que es necesario promover (y no solo permitir) más actividades productivas saludables.

En fin, educar claramente sobre cómo limitar el contagio, enseñar cómo cuidarse desde los primeros síntomas para no llegar a las fases críticas, proteger a los más frágiles sin prohibir el trabajo productivo de los más fuertes y otras medidas similares harían que la disciplina de los peruanos dé mejores frutos, en lugar de campañas para culpar a la población por la muerte de sus seres queridos que, siendo ineficaces, atentan contra nuestra salud mental. Los peruanos no lo merecemos.