Espejito, espejito..., por Richard Webb
Espejito, espejito..., por Richard Webb
Richard Webb

“¿Quién es el más corrupto?”. Pero el espejito ha volteado su cara a la pared para no contestar. 

No importa, porque ahora sabemos algunas cosas y ningún espejito nos va a aguar el circo. Los romanos se quedaban chicos con el espectáculo de sus gladiadores que se peleaban a muerte. Ahora tenemos semanas de circo, con funciones de 24 horas diarias, en múltiples medios, investigaciones sin parar en el Congreso, marchas en las calles y una caza mundial. 

Tremendo alivio. Chapamos a estos dos sinvergüenzas (o cuatro o diez) y cerramos el capítulo de la corrupción. Qué duda cabe si personaje tras personaje lo afirma. El Perú otra vez tiene futuro. Algunos dicen que se cierra la etapa de corrupción que duró 25 años. Pero el alivio tiene además el ingrediente personal que se produce cuando descubrimos que nuestros pecadillos terminan siendo triviales. Los pecados mortales de otros nos limpian. 

Ya mañana o en pocos meses podremos regresar a la normalidad. O sea, a los narcos, los atracos diarios en la calle, la drogadicción, las bandas que roban los títulos de propiedad, las coimas que son parte del día a día en los ministerios y en el Poder Judicial, colegios y universidades, los robos y las coimas en los múltiples proyectos pequeños y medianos de los ministerios y gobiernos locales y que se realizan sin ayuda del Brasil, hospitales con aparatos que sospechosamente no funcionan, por lo que tenemos que pagar en un servicio privado, y centros educativos privados que no enseñan nada. Pero al menos el sufrimiento ante tanta deshonestidad será menor sabiendo que hemos erradicado ‘La Corrupción’. 

El atrevimiento de la frase “erradicar la corrupción” se vuelve evidente con la mirada histórica del estudio de Alfonso Quiroz, “Historia de la corrupción en el Perú,” que hace un recuento de la prevalencia y modalidades de la corrupción desde la Colonia. El estudio estima los montos de corrupción en sucesivos regímenes de gobierno, descubriendo que durante el siglo veinte la corrupción en proporción al tamaño de la economía llegó a su máximo durante el gobierno militar de 1968-80, cálculo que pocos parecen recordar por su concentración en el gobierno de Fujimori. 

Una perspectiva de comparación internacional también es motivo para dudar antes de hablar de erradicación. El nivel de corrupción en el Perú estimado por la prestigiosa entidad Transparency International nos ubica exactamente en la mitad de un ránking de 174 países, casi empatado con China e India. Y si bien los países nórdicos registran los niveles más bajos de corrupción, una comparación del incumplimiento fiscal en Suecia e Italia descubre que la deshonestidad es similar en los dos países. 

En su libro “El proceso de la corrupción en el Perú” redactado cuando recién empezaba la era pos-Fujimori, el psicoanalista Saúl Peña fustiga a los gobiernos de García y Fujimori y habla de “erradicar de nuestra sociedad toda complicidad con la corruptela”. Anuncia además que va a votar por el candidato Alejandro Toledo. Mi recomendación es dar menos importancia a los presidentes y voltear el espejo para que la vergüenza nos ayude a todos a no olvidar que la honestidad en un país es la suma de la de cada uno de nosotros.