Falso perdón, por Patricia del Río
Falso perdón, por Patricia del Río
Patricia del Río

Al igual que Alan García, a Ollanta Humala le tocó despedirse en medio de especulaciones sobre si indultaba o no a Alberto Fujimori. La decisión es una papa caliente que ningún gobernante, entrante o saliente, se atreve a asumir. García dejó la pelota en la cancha de Humala. A Humala parece que se le frustró una negociación y la dejó en la de Pedro Pablo Kuczynski. PPK se la pasó de taquito al Congreso pidiéndoles que modifiquen la legislación para que Fujimori vaya a su casa con arresto domiciliario. En el Congreso Fuerza Popular y Peruanos Por el Kambio ya dejaron en claro que no presentarán un proyecto de ley en ese sentido.

¿Por qué tanto peloteo? Si bien el indulto es un hecho debatible para el que existen argumentos a favor y en contra, resulta innegable que el costo político para quien abra la reja del fundo Barbadillo va a ser enorme. Si lo hace Pedro Pablo Kuczynski se tira abajo el apoyo del voto antifujimorista que lo llevó al poder, si lo hace Fuerza Popular desbarata el discurso que ha venido empoderando a Keiko según el cual ella busca el poder para algo más que beneficiar a su padre.  PPK perdería el presente, Keiko el futuro.

Cálculos políticos aparte, sin embargo, tal vez el costo más alto que pagaríamos como sociedad es liberar a Alberto Fujimori enarbolando la bandera de la reconciliación que necesita el país. Entre los argumentos que se han esgrimido últimamente hay uno que se repite con cierta insistencia: el país no puede vivir polarizado. Los ciudadanos estamos obligados a cerrar heridas, perdonar odios y seguir adelante con un objetivo común. 

Todo esto suena muy interesante; sin embargo, quienes lo sostienen nunca lo han utilizado para exigir reparaciones a los familiares de las víctimas de las matanzas del grupo Colina. Tampoco para exigir que se escuche a las mujeres esterilizadas. Mucho menos para ofrecerles disculpas a los jueces probos, periodistas serios, funcionarios de carrera, empresarios independientes, peruanos comprometidos con su país que fueron acosados, despedidos e insultados por una maquinaria estatal corrupta y abusiva. 

Algo está profundamente mal cuando después de todo lo vivido en el Perú pretendemos que la reconciliación pase por indultar a quien nunca se ha arrepentido de sus actos. Algo está pésimo si insistimos en victimizar al victimario e ignorar a las verdaderas víctimas. Si Fujimori se tiene que ir a su casa porque está enfermo y viejo, perfecto, planteemos el debate en esos términos, pero dejemos de usar la bandera de falsas reconciliaciones en un país todavía lleno de heridas. Feliz 28.