(Foto: El Comercio)
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Fernando Vivas

Se fue Francisco con sus temas pendientes (Sodalicio, crecimiento evangélico, tolerancia a los avances liberales del Estado laico) y nos dejó con nuestros dramas irresueltos.

Que la vacancia se frustrara no resolvió en absoluto la más grave crisis de legitimidad del presidencialismo peruano desde el 2000. Por eso, PPK y señora perseguían a Francisco para colgarse de su sotana y del 75% de catolicidad que esta pesa en el Perú. Y respondían los saludos al Papa como si algunos de los cientos de miles se dirigieran a ellos. Fue un espectáculo penoso.

Keiko fue a Palacio de Gobierno el viernes pasado, porque también quiere ratificar su parte en ese 75%, y vaya que le corresponde, pues se ha puesto muy pacata desde que perdió la última contienda. Pero fue tan frío el encuentro de Iglesia y políticos que Keiko fue luego por cuenta propia a la misa en la base de Las Palmas, a darse el baño de pueblo que necesita para resolver sus mayor crisis de identidad desde el 2006, cuando empezó su carrera congresal. ¿Valdrá el gran peso político institucional de la Fuerza Popular que aún controla con holgura, frente al carisma de acción directa de su hermano?

Kenji tampoco tiene las cosas resueltas, ah. La precariedad de PPK hace que el indulto a su padre también luzca precario y amenazado por el antifujimorismo. Hoy, la Defensoría del Pueblo presentará un informe crítico sobre el indulto y el derecho de gracia; y en unos días el Poder Judicial podría decidir ignorar al último para el caso de la matanza de Pativilca. Los Fujimori tendrán que legitimar su indulto, más allá de la gracia de PPK. Dura prueba para la familia dividida no solo en materia política sino de sangre.

PPK perdió capacidad política y autoridad moral para impulsar una reconciliación. Miren si no las dificultades de su socia política Mercedes Aráoz para formar el Gabinete. O sea, no será en el Ejecutivo, sino en el Congreso donde los ‘Avengers’ agradecidos por el indulto, la izquierda con sangre en el ojo y una APP que busca el peso propio que perdió en estas temporadas de aliado caleta establecerán la nueva correlación de fuerzas que abone a la gobernabilidad.

Y será otro poder, el Judicial, el que seguirá tomando decisiones que sorprendan y acoten a los políticos. Hace unos meses opiné que frente a este panorama de zozobra política y relativa estabilidad macro, se imponía un pacto de gobernabilidad y anticorrupción (evitando el enjuague). Pero, luego de la vacancia frustrada, ese pacto solo se podría dar con el presidente de testigo forzado más que de protagonista.

El pacto no escrito habrá de ser entre el nuevo Gabinete y la nueva correlación en el Congreso, que no se reflejará en su Comisión Permanente, sino una vez que termine el receso de verano. La que nos espera.