(Foto: El Comercio)
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Fernando Vivas

No soy fan de los finales anticipados. Bregué por el diálogo mientras otros bregaban por la cuestión de confianza como mecanismo exterminador de los naranjas. Hasta que pasó lo de PPK, ahogado en su pasado y en su inoperancia. Hicieron bien el y otras bancadas en empujarlo a la renuncia.

Con Vizcarra empezó una cuenta nueva al 2021. Pero, contra mi vocación de respetar fechas, veo esa meta inviable si mantiene una mayoría congresal y abrumadora desaprobación callejera. Ese desfase es insostenible y no tenemos que pagar por él. ¿Cuál es la salida? Hay dos. Una: que sean todos proactivos como ha prometido su atribulada lideresa. Mmmmhhh. Me parece muy difícil que logre una mansedumbre colegiada por dos años y medio.

Con todas las presiones que recibirá de los conservadores y contrarreformistas a los que ha representado desde el 2016, cuya agenda convirtió en agenda propia, además de sus angustias judiciales (hoy mismo podrían dictarle prisión preventiva, lo que me parecería abusivo); Keiko se tendrá que licenciar a sí misma y entrar en fase reflexiva.

De ahí mi ‘wishful thinking’: Que se dividan de acuerdo con sus tendencias. Evítense, fujis, la tentación obstruccionista que a su vez alimenta la tentación autoritaria de Vizcarra. No necesitamos ni un bloque destructivo ni tampoco un rebaño que siga, por supervivencia, a Vizcarra. Necesitamos una nueva correlación, una coalición diversa y proactiva de fujimoristas, de los resistentes y de los no agrupados, que no coincidan en todo pero sí en lo fundamental: agenda anticorrupción, reformista y reactivadora, bloqueando a esos lobbies que para su ley propia les bastaba conversar con FP.

Que renuncien los inconformes, que aproveche su licencia Salaverry para no acatar consignas como la de la improvisada y peligrosa ley Fujimori, que se junten los que quieren colaborar sinceramente con la agenda del Ejecutivo. Tenemos que llegar al referéndum del 9 diciembre con un equilibrio congresal que facilite reformas fundamentales en salud, justicia, educación (¡no más enemigos de la acreditación universitaria arrastrando a toda una bancada!) y a la vez con una bancada oficialista que pueda pararle los machos al presidente. A ver si consiguen que este vuelva a su posición original a favor de la bicameralidad.

Por cierto, la clave de la repulsa popular enervada por Vizcarra es que no quieren ver a los actuales congresistas reelegibles. Alfredo Torres, por favor, incluye en próximo sondeo una pregunta sobre intención de voto de conspicuos congresistas. Los resultados, que dudo les sean halagüeños, podrían conjurar la fobia hacia ellos que es la que nos puede hacer perder la bicameralidad.