Yo sé quién aún no ganó, por Rolando Arellano
Yo sé quién aún no ganó, por Rolando Arellano
Rolando Arellano C.

Mientras termino este artículo no queda claro aún quién será el próximo presidente del Perú. Pero de lo que sí estoy seguro es que no ganarán ni Pedro Pablo Kuczynski ni Keiko Fujimori, pues lo cierto es que para quien asuma el cargo empezará un período de trabajo y de preocupaciones mucho mayor al que haya imaginado. Y sé que el verdadero ganador se conocerá mucho después.

Para empezar, el elegido tendrá muchos problemas económicos y sociales que arreglar en el país, y grandes limitaciones para hacerlo. Verá que no tiene el poder que pensaba, y que el presidente es parte de una maquinaria que debe actuar coordinadamente, cosa difícil aun con mayoría absoluta en el Congreso –el transfuguismo existe– y peor si no se cuenta con ella. 

Y por ello se le vienen encima cinco años de incomprensiones y reclamos. Incomprensiones de millones de personas que van a exigirle que les resuelva la vida, muchas veces sin razón, exagerando el poder real de su función. O con razón, cuando el reclamo resulte de los cientos de promesas sin fundamento –los balones de gas a 12 soles– que se hicieron en la emoción de la campaña.

También tendrá permanentemente dudas sobre quienes son sus verdaderos amigos y quienes solo son seguidores del poder. Y si no es suficientemente atento, hasta podrá creer que los halagos tienen fundamento y perderá perspectiva de la realidad. Serán entonces cinco años donde la desconfianza será, desgraciadamente, su mejor defensa ante los muchos cortesanos que intentarán rodearlo.

En el plano personal, la cosa tampoco será fácil, pues perderá toda privacidad. Todo lo que haga o diga será registrado, como ese gesto de disgusto ante un chicharrón o la patadita al fulano que le impide el paso. Lo que sería un simple incidente en una persona cualquiera se convierte en un estigma en un personaje público. 

Por el lado físico, la cosa también cambiará, pues se acabaron los fines de semana de descanso, tocando flauta o jugando con los hijos. Esos días le tocará visitar al pueblo inundado o viajar a la reunión de mandatarios. Por cinco años desaparecerán las jornadas de ocho horas, con su pausa para jugar tenis o recoger a las niñas del colegio. El trabajo es 24 x 365 y la prueba está en las fotos de Obama o de Humala al comienzo de su gobierno, y las actuales. 

¿Pero hay manera de no sufrir tanto con el encargo?, preguntaría el elegido. Sí, si trabaja pensando en la recompensa al final de su mandato, la del reconocimiento y gratitud del pueblo que lo hará entrar a la historia si hizo un trabajo esforzado y honesto. O todo lo contrario, si no fue así. Porque solamente luego de sus cinco años de gobierno el elegido hoy podrá saber si resultó ganador o no con esta elección.