(Foto: Archivo)
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Rolando Arellano C.

¿Qué aprendizaje nos deja el terrible deceso del presidente García? Más allá del pesar inicial, pues lo conocí cuando prologó mi libro “Somos más que siesta y fiesta”, me sorprendió la inmensa falta de  de quienes lo siguieron atacando aun después de muerto. Y me hizo ver que la gran tarea que nos queda como es comenzar a superar esa falta, pues no sentimos que lo bueno, y sobre todo lo malo que les pasa a los otros, nos concierne. Veamos.

Diversos estudios, como el nuestro sobre la felicidad que dice que nos sentimos más felices que nuestros compatriotas, muestran que en muchos peruanos no existe un real sentimiento de nación. Que al no identificarse como grupo ven a los otros como ciudadanos, pero no como conciudadanos.

Y el claro ejemplo de que no se identifican como nación es que no les duele lo que le pase a sus paisanos. No les duele por ejemplo que, además de Kuczynski y Keiko, haya 40.000 ciudadanos en prisión preventiva en nuestras cárceles, no les preocupa que al no pagar impuestos habrá muchos niños que no podrán estudiar, y no descansan en seguir atacando a quien ya descansa, a pesar de que no existe pena mayor que la muerte.

¿Y de dónde surge esa falta de identificación? Aunque ya era una preocupación republicana (nuestro lema fue “Firme y feliz por la unión”), ella se intensificó con las grandes migraciones del campo a la ciudad del siglo pasado. Allí cientos de miles de familias debieron sobrevivir y conquistar la periferia sin contar con la protección y ayuda de los amigos y parientes que dejaron en sus pueblos. Y ante la hostilidad de las ciudades, se generó un esfuerzo individual de supervivencia que no podía detenerse en contemplaciones con lo que le sucedía al resto.

Algo similar ocurrió hace algunos siglos en Europa y Estados Unidos, con la diferencia de que la ley del más fuerte se convirtió allí luego en un orden que permitió la construcción de una nación. Eso no ha ocurrido aquí aún en muchos peruanos, quizás porque el rápido crecimiento no les ha permitido entender que el individualismo que les sirvió para sobrevivir es hoy un obstáculo para crecer. Y así siguen actuando como cuando el hambre era el principal enemigo de las mayorías, sin ver que sus vecinos ya no compiten con ellos y que más bien son necesarios para construir algo mejor para todos.

En fin, más allá de si lo creíamos culpable o inocente, el del ex presidente debe dejarnos como reflexión lo mal que nos hace ser tan poco solidarios. Y con ello la tarea de empezar a pensar en los otros como socios, de allí viene la palabra sociedad, para construir ese sentimiento de unidad que nos hace falta para ser una nación próspera, y una nación realmente feliz.