(Foto: USI)
(Foto: USI)
Marco Sifuentes

Exactamente hace cinco años, en agosto del 2012, la facción del puso en jaque al Estado Peruano por primera vez. Los máximos líderes de este sindicato pertenecían al y manejaban al 7% de los profesores de todo el Perú, que suena a poco pero que en números reales significaba que estaban a cargo de más de 600 mil alumnos.

El Conare había sido la primera gran victoria, casi involuntaria, del Movadef. Hace una década, el verdadero frente magisterial senderista se llamaba Fresut (Frente de Reconstitución del Sutep) y lo lideraba el entonces secretario nacional de prensa y propaganda del Movadef. El Fresut se introdujo en el Conare, entonces dirigido por la gente de Puka Llacta. Es comprensible que muchos se mareen ante los múltiples y coloridos fraccionamientos de las izquierdas y la convivencia de los más radicales con “compañeros” filosenderistas pero, en este punto, si realmente queremos entender cómo hemos llegado hasta donde hemos llegado, no podemos asumir –como se ha hecho erróneamente– que todos los que emplean un lenguaje “clasista y combativo” son terrucos.

Puka Llacta, decíamos, era maoísta pero no senderista. En el 2010, los senderistas los derrocaron y tomaron, para siempre, el Conare. El próximo objetivo: que el Conare fagocite al Sutep. No lo consiguieron en la huelga del 2012. Están a punto de conseguirlo en la del 2017.

Por eso resultan francamente candorosos los que sostienen que la huelga se debe, exclusivamente, a un problema de sueldos. La visión economicista –predominante en los medios y en el gobierno– se concentra en el árbol y no en el bosque. Eso sí: los reclamos salariales de los maestros no son solo justos sino urgentes en un país que históricamente ha descuidado la educación y maltratado a los maestros. Pero, para la dirigencia del Conare, esta huelga no se trata de eso. ¿Por qué esta es la primera gran huelga magisterial en los últimos cinco años? Sobre todo si tenemos en cuenta que, como se ha demostrado con datos de Grade, los sueldos de los maestros vienen aumentando de forma constante (lenta e insuficiente, pero constante) desde hace cinco años.

Para variar, se trata de manejo político. Con el ministro anterior –el censurado, ahora en el Banco Mundial– la dirigencia central del Sutep, históricamente dominada por Patria Roja (PR), se vio empoderada y legitimada como la única interlocutora válida. Esto, por supuesto, escandalizó a los típicos opinólogos limeños que trataban a los de PR como si fueran tan violentos –e incluso subversivos– como los senderistas. No se dieron cuenta de que eran los que trancaban la puerta a los zombies de afuera.

Ahora que le quitaron el respirador artificial a PR, el Conare se ha puesto a la cabeza de casi todo el Sutep (menos en Lima). El verdadero poder del Movadef –como siempre que infiltra cualquier legítimo reclamo sindical o ciudadano– es conseguir que haya gente tan desesperada que los necesite para reivindicar sus causas. Pero, hasta ahora, todas las instancias del Estado no los aceptaban como interlocutores. Esta semana tanto el Ejecutivo ppkausa como el Legislativo fujimorista los legitimaron como actores políticos. Les abrieron las puertas. Ya no hay vuelta atrás. Movadef is coming.