El huaico también es naranja, por Pedro Tenorio
El huaico también es naranja, por Pedro Tenorio
Pedro Tenorio

Estos días sugieren que el también está en emergencia y que parece muy poco dispuesto a hacer algo al respecto.

Primero, porque lo mejor que podría hacer es anunciar el retiro del presentado por su bancada para prohibir que una persona denunciada por delitos de corrupción pueda ser director, productor o accionista de un medio de comunicación (absurdamente, bastaría una denuncia fabricada para retirar de circulación a un periodista incómodo para el poder) y que establece, además, una “veeduría” que garantice la objetividad de las noticias a ser difundidas. Ambos supuestos son peligrosas armas contra la libertad de expresión: ¿quién y cómo decidiría lo que debe o no publicarse? Más allá de una supuesta buena intención, es inconstitucional ¡y absurdo! Asimismo, la iniciativa trae consigo algo letal para Keiko y compañía: revive las peores pesadillas sobre lo que para el fujimorismo de los años 90 fue la libertad de expresión.

Todos lo recordamos: millones de dólares entregados por Vladimiro Montesinos para comprar la línea editorial de importantes medios de comunicación y una prensa chicha financiada para acosar y difamar al periodismo crítico. Cómo será de monumental esta metida de pata que varios analistas que suelen simpatizar con Keiko vienen tomando distancia del proyecto.

Segundo, porque pese al tiempo transcurrido desde el inicio del gobierno –ocho meses–, el fujimorismo parlamentario no se consolida. Setenta y dos votos no han significado una diferencia de fondo, solo aritmética, respecto del oficialismo y sus eventuales aliados, como APP. La bancada naranja parece inundada más de voces disonantes e intereses individuales que de una idea y acción de conjunto.

Tercero, porque Keiko tampoco ha logrado articular una buena respuesta política ante los yerros del Ejecutivo. Tras el equipo técnico de primer nivel que la acompañó durante la campaña, no cuenta hoy con lo más parecido a un “gabinete en la sombra” que le dé ideas, cifras y sentido común a sus críticas. Mensajes que acentuarían en muchos votantes la idea del tipo de presidenta que se perdió el país y no la imagen de una lideresa incapaz de superar la derrota que a veces proyecta.

Cuarto, el enfrentamiento que mantienen Keiko y , que refuerza la idea de un fujimorismo dividido. Keiko parece olvidar que en política las apariencias cuentan, ¡y vaya que cuentan! Le ocurrió en el 2011 y en la campaña del año pasado, donde perdió en el último tramo y por errores propios. Aunque muchos no lo crean –o les disguste admitirlo– el fujimorismo también está en emergencia.