JNE, reyes del ‘playback’, por Marco Sifuentes
JNE, reyes del ‘playback’, por Marco Sifuentes
Marco Sifuentes

En el frío mundo de la teoría, nadie debería estar sorprendido por la resolución del JNE contra Julio Guzmán. Después de todo, su partido Todos por el Perú (TPP) es, básicamente, un cascarón vacío.

La historia no es nada original. En el 2003, TPP nació bajo el nombre de Coordinadora Nacional de Independientes (CNI), un grupito de tecnócratas que había apoyado a Lourdes Flores en el 2001 y que no tenía ganas de matricularse en el PPC. Después se aliaron con Paniagua y luego se dedicaron a mantenerse a flote. 

¿Cómo? Según Ojo Público, con aportes y locales de las empresas de uno de los fundadores, Gonzalo Aguirre, hijo político del multimillonario –listado en “Forbes”– Juan Belmont. El resto de dirigentes del “partido” eran Drago Kisic, Elmer Cuba y otros integrantes de Macroconsult, la famosa consultora. 

Es decir, en la última década, lo que ahora se llama TPP era pura cáscara, una persona jurídica que servía para que un club de cuatro amigos se ilusionara cada cierto tiempo con la posibilidad de chapar alguito de poder.

Todo esto se sabe y, sinceramente, no conmueve a nadie porque, como cualquier vecino de local partidario puede atestiguar, todos los partidos son eso: clubes de patas que crían telarañas (y ofrecen menú o sacan fotocopias) hasta la siguiente elección. Una muestra de la improvisación de TPP es la orfandad de cuadros que ha mostrado en estos días. Guzmán no tiene un solo vocero medianamente articulado.

Y aun así, dicho todo esto, el JNE ha cometido un insólito error que arriesga la estabilidad misma de estas elecciones. Un error porque, en principio, no debería permitirse que un partido entre en competencia si no tiene todo en regla. 

Un error porque ya es muy tarde: no puedes sacar de la carrera a un candidato a 50 días de las elecciones. Un error porque ni siquiera han cerrado el asunto, solo han prolongado la agonía. Un error porque la decisión se ha tomado 3-2, casi un empate, lo que relativiza cualquier posible consecuencia (como la desaforación). 

Un error porque no supieron comunicar las implicancias de su resolución, desinformando al votante promedio. Un error porque se han limitado a aplicar mecánicamente la ley en vez de analizar la realidad que estaban enfrentando y generando. 

El JNE está haciendo ‘playback’: simplemente han apretado ‘play’ a la ley y se han limitado a gesticular, en vez de interpretar, como corresponde, cuál es su misión. Si le hubieran cortado la cabeza a Guzmán en diciembre, habría sido justo, legal y, sobre todo, viable. 

A mediados de febrero, lamentablemente, el escenario es otro y la realidad choca con la norma. En plena campaña, a solo mes y medio del día D, el JNE no puede darse el lujo de leer la ley como si fuera la letra de un karaoke. Su demora y el mal manejo de toda esta situación los ha colocado al borde del descrédito. Es tan grave que ningún candidato, por más que quisiera, se ha atrevido a apoyar esta decisión. 

En esta situación verdaderamente inédita para nuestra democracia, lo único que le queda al JNE es regresar a lo básico, a lo seguro, a lo inamovible: la Constitución. Artículo 176: “El Sistema Electoral tiene por finalidad asegurar que las votaciones traduzcan la expresión auténtica, libre y espontánea de los ciudadanos”. Esa expresión era una en diciembre y es otra, muy distinta, hoy. Es hora de poner stop a este desconcierto y empezar a escuchar a la realidad, señores del JNE.