(Composición: El Comercio)
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Pedro Tenorio

Aun cuando el presidente sea el principal escollo político para asegurar su permanencia en el cargo, esa no es una razón suficiente para vacarlo. PPK puede invocar cien veces a San Pedro y lo que este le diría de llegar al cielo en su intento por parecer inocente de toda sospecha vinculada al Caso Lava Jato, pero hacer el ridículo no es causal de destitución por incapacidad moral permanente. Tampoco, por sí mismas, las mentiras en que incurrió (y que sus defensores llaman “inexactitudes”) a lo largo del año pasado al pretender negar cualquier vínculo profesional anterior con Odebrecht.

Pero eso poco le importa a una mayoría parlamentaria que continúa peleando voto a voto cada una de las 87 adhesiones que necesita para mandar a PPK a su casa. Keikistas e izquierdistas siguen empeñados en ello, aunque los segundos no entiendan muy bien a quién podría terminar favoreciendo su empeño.

Keiko Fujimori detesta a Kuczynski, pero a quien necesita anular políticamente cuanto antes es a su padre, Alberto, quien da sustento parlamentario al presidente. Por ello le urge vacar a PPK. Lo que a fines de diciembre fue una intentona extrema y finalmente fallida se ha convertido ahora en un imperativo de supervivencia política: el rival no es Kenji, sino el gran articulador tras bambalinas, su padre. Kenji es solo un instrumento que Alberto ha ido puliendo y afinando en los últimos años, tras confirmarse la partida de Keiko de su radio de influencia. Kenji controla 12 votos en un Congreso fragmentado y eso le basta al indultado ex mandatario para ser el sostén efectivo de Kuczynski. ¿Qué gana? Blindar su libertad, otorgada vía indulto, hasta que cualquier amenaza –tipo Corte Interamericana de Derechos Humanos– se disipe. Kenji también suma para sí mismo al desplegar un perfil propio y cosechar 10% de intención de voto, según la encuesta nacional de Ipsos publicada el domingo, lo que es una posición estupenda para padre e hijo a tres años de un nuevo proceso electoral.

Quien tiene serios problemas de liderazgo a nivel de su bancada y en el campo judicial es Keiko. Es ella quien necesita moverse con rapidez respondiendo acusaciones, unificando al fujimorismo y consolidando un liderazgo –siquiera para las cámaras– que la devuelva al papel de líder de la oposición y principal carta presidencial con miras al 2021. Por eso pisa el acelerador de la vacancia, no porque la situación de Kuczynski se hubiese agravado respecto a diciembre, sino para dejar fuera de juego a Alberto y su principal alfil: Kenji. La apuesta de Keiko es fuerte.

Esta vez el que Martín Vizcarra esté dispuesto a suceder a Kuczynski anima el tira y afloja entre el Gobierno y parlamentarios dispuestos
–agrupados o no– a negociar su voto. ¡Esto está que quema!