Fernando Vivas

tiene mucha plata; tiene muchas tribulaciones. César tiene un partido con buena distribución nacional y una bancada con algunas personalidades díscolas; Keiko tiene un partido algo más grande y con la bancada más disciplinada del , tanto, que aún mantiene sus 24 miembros, mientras que APP ha perdido la tercera parte de los 15 que tenía. César basa su liderazgo en su fortuna, su relato emprendedurista y el clientelismo de la educación; Keiko nutre su liderazgo de las ideas fuerza que su padre forjó en una década de gobierno. No existe el ‘acuñismo’; el fujimorismo vive y colea.

Acuña ha llegado al punto –según lo delata – en que espera hacer un último esfuerzo –ganar la gobernación de La Libertad– para, según eso, ver si vale la pena seguir solventando a un partido que, muy probablemente, ha recibido más fondos de su bolsillo que del Estado. Cuando dice, en el audio, que, si no gana en octubre, “APP, chau, chau”, les da a entender a los congresistas y dirigentes presentes que, si no se ponen las pilas, los abandonará. Que se busquen otro partido y otro padrino. El caudillo con ‘plata como cancha’ piensa en jubilarse de la política y de las querellas a periodistas, y no se va a la cárcel como otros, sino a pasear con sus nietos por los campus que fundó. César pecha y somete a sus congresistas, amenazándolos con mandar al traste al partido; Keiko los oye y los persuade y, solo en extraordinarias ocasiones, aparece para corregirlos, como ha pasado con sus declaraciones a favor , cuando su bancada (al menos Hernando Guerra García y Martha Moyano) prefiere concentrarse en la vacancia.

Keiko hace rato que llegó a la conclusión de que su vida y la política son un círculo vicioso que no se puede romper, sino, al menos, atenuar en sus efectos indeseados. Ella no solventa su aventura política con sus negocios; todo lo contrario, el partido le da un estipendio para su manutención y ha tenido que buscar financiamiento para sus campañas. El que le llegó de forma ilícita le ha causado el proceso por organización criminal y lavado de activos que la llevó tres veces a prisión. Y podría volver. De ahí que sus propuestas, a diferencia de sus congresistas que carecen de tribulaciones penales, tienen que ser consideradas a través del tamiz de la judicialización política. Keiko tiene en común con y el anhelo de que la justicia no se cebe con ella por ser política. Por eso, calculemos que su idea de transición es que esta no debe de ser sangrienta (con los políticos). Keiko y Acuña habían hecho un pacto para dirigir el Congreso y, quién sabe, hacer fuerza común en las próximas elecciones. Ese pacto se ha roto. Keiko y César, FP y APP, compiten.

Fernando Vivas es columnista, cronista y redactor