(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Fernando Vivas

Si contestas estas tres preguntas como yo, eres de los míos. Si no, no pasa nada, seguiremos discutiendo y nos pondremos de acuerdo en algún punto. Primera pregunta: ¿Te jode que Castañeda y Galarreta quieran inaugurar un parque en homenaje a los luchadores contra el terrorismo? A mí no. Cuando me lo contó en una entrevista, mi reacción fue repreguntarle si sería una suerte de naranja. Previsiblemente, rechazó tal pretensión, pero sí dijo que había ido al LUM y no le gustó lo que vio.

He ido más de una vez y me gustó. Me conmovió pararme en la sala central de la muestra permanente, junto a otros visitantes que, igual que yo, estaban conectados a una pantalla a escala humana donde un protagonista contaba su historia. Parecía haber un extraño nexo entre videos y visitantes. Oí a varios, todos víctimas o deudos con los que solo puedo tener solidaridad. Sin embargo, comprendo la visión conservadora de quienes prefieren contar la historia desde la victoria política y militar al terrorismo, antes que deplorar –como yo– todas las violencias y analizar nuestras miserias compartidas. Bueno, pues, un parque que ayude a compensar el déficit de reconocimiento a soldados, policías y ronderos desconocidos no es mala idea, en medio de la polarización facha/caviar.

Segunda pregunta: ¿Te escandalizan los textos escolares sesgados? Sí, pero no dramaticemos. Son referencias que no determinan ni el dictado de los profesores ni el aprendizaje de los chicos. Hay que reclamar al que refuerce su área de producción de contenidos y control de calidad. Los sesgos han sido hacia la izquierda y también hacia la derecha. El daño está parejo y hay que conjurarlo con equilibrio.

Tercera pregunta: ¿Hay que judicializar a los discriminadores? No a quienes simplemente expresen sus lamentables convicciones racistas, misóginas u homofóbicas; pero sí en tanto lo hagan de tal modo que alienten la violencia o el menoscabo de derechos de grupos de personas, solo por su sexo, raza, origen, preferencia sexual, religión, clase social u otra condición. Suena duro y extremo, hasta contradictorio, clamar por la tolerancia y estar dispuesto a lanzar policías y fiscales contra alguien que dice o escribe algo que nos parece una barbaridad. Pero ¿cómo vamos a frenar, si no, actos discriminatorios que causan un daño, o alientan a causar daño a mucha gente? Por ejemplo, creo que tenemos que empezar a procesar, con sanciones no drásticas pero sí rehabilitadoras y didácticas, a algunos de esos discriminadores que usan medios y redes con el propósito explícito de atentar contra derechos ajenos. Aún no aparece un caso emblemático que realmente nos ponga a prueba.