Luz y sombra, por Richard Webb
Luz y sombra, por Richard Webb
Richard Webb

Cuando se empieza a salir de las tinieblas, la luz no cae igual sobre todo. Allí donde el escenario se alumbra, descubrimos una realidad muchas veces insospechada. Pero esa misma luz crea sombras en otras partes del escenario, donde podemos seguir hasta más ciegos que cuando todo era tinieblas. 

Uno de esos rayos de luz ha sido la estadística de la pobreza, datos que no existían antes de los años ochenta, y que hoy son una herramienta fundamental para focalizar la política social hacia los más necesitados. Los datos de pobreza son un criterio principal para la asignación de Juntos, Pensión 65, y las transferencias presupuestales a los gobiernos descentralizados. El beneficio es doble: se reduce el error de comisión – ayudar a quienes no son pobres– y el error de omisión –pasar por alto a familias que merecen atención prioritaria–. 

Un ejemplo de la potencia de esa estadística se dio cuando esta identificó a Huancavelica como la región más pobre del país. Esa constancia de necesidad extrema fue publicitada por entidades oficiales e internacionales y por los mismos huancavelicanos a través de una dramática cabalgata desde Huancavelica hasta Lima, liderada por el entonces alcalde Federico Salas. En los años siguientes Huancavelica pasó de ser una de las regiones más olvidadas e ignoradas del país a un destino prioritario para múltiples programas de ayuda social y de desarrollo productivo. Huancavelica sigue siendo la región más pobre pero sus indicadores de ingreso familiar y de condiciones de vida registran mejoras nunca antes alcanzadas.

Pude apreciar un efecto similar recientemente cuando tuve la oportunidad de acompañar a la ministra Cayetana Aljovín en un viaje a Curgos, distrito de la provincia Sánchez Carrión, en la sierra de La Libertad. Según las estadísticas más recientes, se constata que Curgos es el distrito de mayor pobreza del país. Si bien sus necesidades y atraso son mayúsculos, es evidente que la visibilización de su necesidad extrema ha producido una respuesta prioritaria en la forma de programas sociales y de desarrollo, y un aumento sustancial en las transferencias fiscales al gobierno distrital, fondos que han priorizado el gasto en obras de saneamiento y de caminos vecinales.

Una conexión similar entre la nueva luz de los datos y la acción empieza a nacer en una diversidad de aspectos de la vida nacional, como son el aprendizaje escolar, la competitividad, la calidad de vida urbana, la seguridad ciudadana, la contaminación, y hasta la corrupción. En cada caso la preocupación de siempre se ve magnificada por la luz de las mediciones y las comparaciones estadísticas. 

Sin embargo, tanto reflector es engañoso. Es fácil olvidar que lo importante no siempre coincide con el alcance de las luces estadísticas. Los números pecan de simplones, de documentar solo parte de una verdad compleja. Hoy se registra si un ciudadano tiene seguro de salud, por ejemplo, pero no la distancia, el tiempo, la espera, el trato, y muchos otros detalles cualitativos de la atención que recibe. Es fácil entonces para los políticos reducir el presupuesto de Essalud o del SIS porque el número de asegurados no cambia, pero sí cambian muchos detalles de la atención, como es el tiempo de espera, un detalle que puede significar la diferencia entre la vida o la muerte.