Martín Vizcarra
Martín Vizcarra
Pedro Tenorio

Esta vez no nos vamos a centrar en la aprobación a la gestión del presidente (que según GFK vuelve a caer a nivel nacional, ahora a 29%, 23 puntos porcentuales menos en los últimos dos meses, dado que en abril registró un 52%), sino en la pérdida de su perfil político que, pensamos, es la base de su desgaste como mandatario. Hay tres variables en la consulta de GFK que llaman la atención. A saber: 40% considera que sí tiene credibilidad (53% en abril), 40% lo considera activo o enérgico (54% en abril), y 37% está de acuerdo con que genera confianza (versus 52% hace solo ocho semanas). Como vemos, sus niveles actuales no son críticos, pero el bajón es evidente y continuo. ¿Y qué hay con ello? Que explican en buena cuenta el principal problema a resolver por parte del jefe de Estado.

En nuestro sistema político la figura del presidente es clave. Junto con la del jefe del Consejo de Ministros y la del titular de Economía encarnan el poder y el estilo de gobierno (sus prioridades y principales apuestas políticas) que los peruanos tendrán mientras dure su permanencia en Palacio. Con Pedro Pablo Kuczynski y Fernando Zavala las falencias eran elocuentes. Hoy que con Vizcarra y tenemos un “liderazgo provinciano” los problemas se profundizan a partir de una falta de perfil político. Esto a pesar de los 100 días transcurridos desde que el entonces embajador peruano en Canadá asumió la presidencia. Vizcarra no ha encontrado el lenguaje, pero sobre todo no ha dado aún con los temas claves que le permitan enganchar positivamente con la población. Y esto es importante porque al carecer de un soporte propio en el Congreso (una bancada disciplinada o una alianza que lo refuerce ante los embates de la oposición), la calle se convierte en el elemento central de su estabilidad política. Por eso preocupa que esta sea una batalla que va perdiendo.

Y ojo que la culpa, en este caso, no se la puede endilgar al fujimorismo. Vizcarra depende de sí mismo y aún queda bastante terreno por recorrer: él mismo lo admitió el domingo en “Punto final”, al decir que los tres años y cuatro meses que permanecerá al frente del Ejecutivo permiten realizar una gestión que apunte a la transformación del país. Voluntad existe, pero tan importante como estar decidido es parecerlo.

Por ello, este debería ser un mes clave para Vizcarra: acelerar el destrabe de grandes obras públicas, que generen empleo y una mayor reactivación de la economía, ya presente pero que la mayoría aún no percibe. Y centrar sus esfuerzos administrativos en el combate a la delincuencia, salud, educación y mejor transporte, generando una amplia respuesta ciudadana. Se necesita un líder más que un predicador de buenas maneras.