Fernando Vivas

Otra vez –y no será la última– vivimos el dilema entre promover una vacancia o sostener al gobierno. El pragmatismo nos lleva a lo segundo y no está mal que seamos prácticos a siete meses de las elecciones. No toleramos la impunidad pero le hacemos un embargo temporal.

Bueno, pues, seamos más prácticos y realistas: A Martín Vizcarra le espera una suerte amarga una vez que deje de ser presidente y esa perspectiva puede enturbiar las decisiones de cualquiera. ¿Cómo contrapesar eso? En primer lugar, el primer ministro y el Gabinete tienen que poner condiciones.

Es cierto que nuestros débiles gabinetes tienden a hacerle el amen al presidente; como si este hubiera buscado grupos de solvencia técnica e impericia política. Con Vicente Zevallos que, además, se hizo parte de su círculo íntimo moqueguano, esto llegó a un extremo funcional. Con Pedro Cateriano ello hubiera cambiado y quizá esa fue una razón por la que el Ejecutivo no lloró su caída.

Walter Martos tiene ante sí –si no lo ha hecho ya con discreción– el reto de pararse ante el presidente, acompañado de dos o tres ministros para que le den aliento, a plantearle las condiciones mínimas bajo las cuales están dispuestos a acompañarlo. Eso hacen los políticos con experiencia y, también, aunque balbuceen, los técnicos con integridad. Sería el colmo, por ejemplo, que la ministra de Justicia, Ana Neyra, reapareciera como abogada del presidente, con el cuento de que separa la investidura de la persona. Los ministros tienen una gran arma de presión: su carta de renuncia.

Que no permitan que haya ministerios, como el MTC y Vivienda, que se han confirmado en las últimas semanas como aquellos en los que Vizcarra colocaba de ministros a amigos suyos (Edmer Trujillo ha estado en ambos al igual que Carlos Lozada, Carlos Estremadoyro está hoy en Vivienda) y la gente de su entorno (Mirian Morales y Karem Roca) colocaba a sus allegados; que se mantengan incólumes. En ambos, se impone la misma poda que ha habido –¡faltaba más!– en el despacho presidencial.

El Congreso también tiene que hacer un ajuste indispensable: la coalición fiscalizadora no puede ser la misma que activó el proceso de vacancia pasado. El radicalismo de UPP no puede marcar la agenda de la Mesa Directiva, pues. Tampoco los cálculos nerviosos de Podemos, tan nerviosos, que acabó absteniéndose al igual que APP de la vacancia que habían promovido. Es indispensable que AP eleve la predictibilidad de sus votos, APP se alinee con la prudencia centrista que pide su campaña y el Partido Morado sea más oído que José Luna Morales y José Vega Antonio. Esta es la gente que tiene que ayudarnos a sobrevivir el trance.