No nos metas la yuca, Keiko, por Fernando Vivas
No nos metas la yuca, Keiko, por Fernando Vivas
Fernando Vivas

En 1990, Alberto Fujimori llevaba poco tiempo de presidente y ya daba visos de estar aplicando el programa de ajustes macroeconómicos de Vargas Llosa, el que tanto había fustigado en la campaña. Un día, visitó un huerto donde se producían yucas gigantes. Y se le ocurrió esgrimir una en alto para regocijo de los fotógrafos.

¡Zas! Al humor televisivo y a la prensa –que siempre nos adelantamos a los diagnósticos de las ciencias sociales– se nos prendió el foquito: “El Chino nos está metiendo la yuca”. En esa metáfora homofóbica anal cupo el Perú por una década entera. 

Keiko Fujimori, quien está en plan de hija redentora, no solo tiene que zanjar con el golpe del 92, el montesinismo, la compra de los canales de TV, la manipulación del Poder Judicial y un ominoso etcétera; tiene que cuidarse sobremanera de que su discurso no parezca una nueva metida de yuca. 

Pues ya metió la pata y si es presidenta, nos meterá la yuca, a juzgar por lo que dijo en su última entrevista en El Comercio: que no descarta que Alejandro Aguinaga y Luisa María Cuculiza sean convocados por un eventual gobierno suyo. Con Martha Chávez no hay problema, pues ella misma se ‘autodescartó’. Pero, vamos, candidata puntera, cuando usted proclamó que Cuculiza y Aguinaga estaban descartados de su lista al Congreso, estaba implícito que también lo estaban de otro encargo. A los aliados incómodos que no pasan una evaluación política para ser parte del cogollo, lo único que se les puede ofrecer es una lejana embajada; de ninguna manera abrirles la puerta del Ejecutivo. 

El desliz puede pasarle la factura,no solo en votos para enfrentar a la coalición antifujimorista que se le viene encima, sino en el liderazgo que está proyectando dentro de su partido. Su capacidad para surfear con su núcleo duro, para afirmar que ese tercio nacional la apoya a ella y no al fantasma de su padre; se pone en grave entredicho. Una lideresa como ella tiene que afirmar su capacidad para cambiar, para renovar, para descartar.

Si no corrige su desliz, Keiko está hipotecando su ansiada gobernabilidad. Si los descartados del Congreso no son descartados del Ejecutivo; imagínense el apetito insano que ello estará despertando en tantos fujimoristas, de toda laya, que quieren volver al Estado. Sumen la promoción de Luz Salgado, fundadora de Cambio 90, a la de Nueva Mayoría que encabezó el Congreso Constituyente Democrático y a las promociones que se sumaron en el segundo gobierno fujimorista; y tendremos una presión insoportable para una gestión de novata. 

Ya se coló Rolando Souza, abogado de Alberto en el megajuicio, en la cabeza de la lista al Parlamento Andino. Y aparecen Miguel Torres y José Luis Espichán, cuyos méritos no cuestiono pues no los conozco, pero que llaman la atención sobre hijos y parientes de viejos fujimoristas que se sumarán a ese dique de apetitos embalsados. Cecilia Chacón, tiene sus propias reivindicaciones  y procesos familiares. 

Keiko, como cualquier candidato, quiere instrumentalizar un plan de gobierno de crecimiento en armonía; pero su debilidad en descartar lo inconveniente del pasado puede llevarla a instrumentalizar una revancha de terribles consecuencias para el país. Ello empezaría por algo que ya conocemos por cortesía del APRA, el copamiento partidario del Estado. Y luego, las ganas de reivindicar, en la praxis, un populismo y clientelismo corrupto que no está en el plan de gobierno de Fuerza Popular. Que no descarte, la candidata puntera, rectificarse.