La cuarentena termina el 11 de mayo pero muchos ya empezaron a hacer su vida con normalidad, lo que podría desbordar la crisis sanitaria | GEC | TROME
La cuarentena termina el 11 de mayo pero muchos ya empezaron a hacer su vida con normalidad, lo que podría desbordar la crisis sanitaria | GEC | TROME
Fernando Vivas

El primer ministro y el presidente hablaron de un impuesto solidario a la riqueza. Fue un globo de ensayo y error. Plantearon una banda muy ancha donde no se sabía si el gravamen era a la fortuna acumulada, a la renta, al sueldo, a la gente, a las empresas. Tal indeterminación provocó la ira de varios posibles afectados.

Mala táctica proponer gravar a los que ya están gravados por la crisis. Lluvia sobre mojado. Sin embargo, sí es pertinente, políticamente, hacer un llamado efectivo, no lírico, a la solidaridad, sin esperar a que esta brote silvestremente.

Pero hay que focalizarla. Que se dirija a aquellos sectores que no se han mojado porque no paralizaron y no sufren radicalmente la severa contracción. Mójense, para empezar, los industriales de la salud y de los productos de primera necesidad. Pero no sugiero un nuevo impuesto para ellos. Al final, lo pagaríamos los consumidores.

Mójense solidariamente bajando precios. Mójense los supermercados, farmacias y bodegas; y sumen a la solidaridad de los precios asequibles, la de hacer ofertas por horas y segmentos de población, que ayuden a dispersar las compras durante el día, evitando los picos de aglomeración.

Por supuesto, para que se mojen, cabe una normativa que señale topes y caminos. Lo de las ofertas segmentarias, por ejemplo, si no nace del gremio de tiendas de retail, que sea claramente normado.

Esos rubros y los bancos, los grifos, parte de la minería y la agricultura, con distintos grados de afectación por la recesión; sectores esenciales que sobreviven a las severísimas restricciones ocasionadas por la pandemia; son como una ‘herd community’ económica de la que se espera una solidaridad que nos proteja o siquiera alivie nuestra carga.

Sumo a esta ‘herd community económica’ a las universidades, que, con deserciones y recalificaciones de escala de pagos, han podido emprender sus clases virtualmente. Sin embargo, sorprende un comunicado de cuatro de ellas (PUCP, del Pacífico, Cayetano Heredia y de Lima) en el que dicen: “Solicitamos a la Sunedu que nos brinde las autorizaciones necesarias para reorganizar el año académico y nos permita ofrecer tres ciclos académicos a partir del 2021”.

¿Están diciendo a los golpeados alumnos que en este 2020 de penurias no tendrán el consuelo de acabar sus dos ciclos? Hablé con dos autoridades de la PUCP y me aclararon que de todos modos habrá dos ciclos este año, pero hay carreras con cursos de laboratorio que no se pueden virtualizar, de ahí la posibilidad de llevarlos en el 2021. La academia, además de mojarse como todos, tiene que ser menos remolona y más adaptativa.

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