Pero se mueve, por Patricia del Río
Pero se mueve, por Patricia del Río
Patricia del Río

Según nuestra Constitución, el amor entre dos personas del mismo sexo no puede ser discriminado, entonces por qué nuestras leyes no permiten que este se concrete en una unión que les dé los mismos derechos que tienen las personas heterosexuales. No es natural, responden algunos, se está pervirtiendo la sociedad, cuestionan otros. Todas las respuestas, ya sea que invoquen argumentos morales o biológicos, apuntan a lo mismo: las relaciones humanas solo tienen una fórmula correcta de manifestarse y cualquier cambio debilitará los cimientos sobre los cuales nos regimos.

La historia, sin embargo, ha demostrado que las sociedades han sobrevivido gracias al permanente cuestionamiento de lo que dan por hecho. En su libro “Sapiens, de animales a dioses”, Yuval Noah Harari hace un largo viaje por lo que ha sido la constante adaptación de nuestra especie al medio que la rodea, y prueba que cada etapa de nuestra vida en este planeta ha estado acompañada de alguna revolución, de algún cambio de mentalidad, de algún abandono de lo anterior para abrazar el futuro. La construcción de culturas, de sistemas de gobierno y de religiones, según Harari, ha sido una increíble combinación de hechos fortuitos, evolutivos, racionales y casuales que poco o ningún espacio le dejan a las visiones reduccionistas de cómo deben ser los seres humanos. 

La historia del hombre, nuestra historia, es una larga evidencia de que las cosas no son, ni serán nunca, de una manera. Por ejemplo, a pesar de que los europeos conquistaron África y América, no hay ninguna ley natural o cultural que justifique hablar de razas superiores e inferiores. A pesar del predominio de sociedades patriarcales y de comportamientos machistas que acompañaron el desarrollo de miles de culturas, hoy sabemos que no hay nada en la biología de la mujer que la haga inferior al hombre. Por siglos, los niños no fueron considerados personas completas y no eran protegidos. Pasaron años antes de que la medicina hiciera esfuerzos por desarrollar la anestesia porque se consideraba que si Cristo había muerto con dolor, los hombres no debíamos evitarlo. Galileo fue castigado por sostener que la Tierra se movía y que no era el centro del universo. A Darwin lo satanizaron por descubrir que venimos de los simios y no del barro. Verdades firmes como una roca se han ido desmoronando y acá seguimos sin que nos haya pulverizado el rayo de ningún Dios maldito. 

Esta semana el Séptimo Juzgado Constitucional de Lima ordenó al Reniec reconocer el matrimonio entre el economista Óscar Ugarteche y su pareja, Fidel Aroche, celebrado en México. La decisión de la jueza, ampliamente criticada por quienes creen que las cosas solo pueden ser de una manera, demuestra que, a pesar del miedo, de los prejuicios y de los fanatismos, la nuestra es una hermosa historia cambiante que, como la Tierra de Galileo, seguirá moviéndose.