En democracia, se nos debe medir con la misma vara a todos. Y todas. (Foto: El Comercio)
En democracia, se nos debe medir con la misma vara a todos. Y todas. (Foto: El Comercio)
Marco Sifuentes

El cargo de primera dama es ciertamente problemático. No ejerce un puesto público, pero tampoco es una ciudadana común. Tiene acceso privilegiado a funcionarios y recursos del Estado pero sin ningún tipo de rendición de cuentas, salvo, a veces, ante la opinión pública. Al final, el juicio popular –cuyos sesgos son los de nuestra sociedad– es el que decidirá cuáles primeras damas son más “damas” que otras.

Por ejemplo, en el imaginario peruano y han sido “prudentes”, “decorosas” y hasta “recatadas”. Estas cualidades las eximen de todo cuestionamiento o sospecha que pueda recaer en sus parejas presidenciales, algo que no ocurrió con y

Insisto en que aquí estoy hablando de la imagen que tiene la opinión pública de las cuatro señoras referidas. Ha hecho bien la justicia en ir tras la pista de Karp y Heredia, y esto ha contado con el beneplácito del ciudadano de a pie.

Sin embargo, pareciera que, por ejemplo, la misma vara no se ha aplicado a Nores. Un botón de muestra: el Instituto Trabajo y Familia, su ONG. Apenas su entonces esposo asumió la presidencia, en el 2006, todos los canales organizaron, en cadena nacional sincronizada, una insólita Teletón a favor de Sembrando, un programa privado de esta ONG. Todos los canales comerciales paralizaron su programación durante horas. ¿Saben cuánto cuesta todo esto? Atención, señor Mulder, esto ocurrió justito después de promulgada la Ley 28874, que le dio al Gobierno una discrecionalidad enorme en la asignación de publicidad estatal. Y eso sin mencionar que Sembrando aparecía en la web de la Presidencia, que despachaba en Palacio, que sus actividades eran difundidas por el canal del Estado, que consiguió casi de inmediato financiamiento de la CAF y del PNUD, y que recibió un donativo “ridículo” de 35 mil dólares de Odebrecht. Pero como es “una señora”, nadie le cuestiona nada.

La misma condescendencia se viene aplicando con Nancy Lange, a pesar de que, ‘sorry’, ha sido parte no de una sino de dos empresas (Latin America Enterprise Capital Corp y Baring Latin America Capital Corporation) ubicadas en el ya famoso 2665 South Bayshore Drive de Coconut Grave, en Miami, como han ido revelando “Cuarto poder” y Utero.Pe. Otras dos empresas ubicadas en esa dirección recibieron US$323 mil de Odebrecht entre el 2007 y el 2009. Una de ellas es la ya famosa First Capital Partners, cuyo mánager, Gerardo Sepúlveda, asistió a la toma de mando de PPK –como mostró “Panorama”– desde el palco familiar, sentado detrás de Lange. Pero como es “distinguida”, nadie puede hacerse preguntas sobre ella.

La comisión Lava Keiko del Congreso es una farsa y Yeni Vilcatoma se ha vuelto una caricatura de sí misma. Pero eso no quita que sea nefasta esta mentalidad colonial de considerar intocables a ciertas personas solo porque mantienen una imagen “discreta” y “saben cuál es su lugar”. En democracia, se nos debe medir con la misma vara a todos. Y todas.