Nuestro dinero al tacho, por Mariella Balbi
Nuestro dinero al tacho, por Mariella Balbi
Mariella Balbi

Pagamos impuestos, vaya que sí. Engrosamos la caja fiscal, contribuyendo esforzadamente cada mes, cada año con nuestros tributos. Experiencias varias concluyen: la Sunat es un enemigo público mantenida con nuestros impuestos. Las historias se suceden: la del empresario potente económicamente que cuenta cómo funcionarios de Sunat hacen proposiciones deshonestas.

Los relatos de los ‘pichirruchis’, víctimas de moras criminales que nunca acaban porque uno no sabe que es deudor. Solo cuando estas engordan, como en el cuento de  Hansel y Gretel, aparece la Sunat, lista para llevarnos a la olla. Pero conmina puntualmente cuando, por ser feriado, el fraccionamiento demora un día en pagarse. O no advierte al contribuyente que su deuda aumenta, arguyendo que no lo encuentra.

La empresa privada halla al deudor hasta en la punta del cerro. Sunat no. Si la deuda es de persona individual y esta tiene una empresa Sunat dice: Vade retro Satanás, no podemos mezclar individuo con empresa. ¡Imposible, prohibidísimo! Obvio, el objetivo es no encontrar, embargar. Los contribuyentes se indignan, tanto celo con quien que desconoce su condición de omiso, que no es delincuente, que pagaría si le avisan, y las ‘culebras’ de Puno pasan alegremente cuando quieren. 

Igual en Tumbes. Ahí sí no hay la persecución que ocurre con el formal. Sin duda hay más arbitrariedades de Sunat. Ahora que conocemos reglajes, compra de máquinas ‘chuponeadoras’ por 15 millones de dólares indigna que se adquieran con nuestros impuestos y con la productividad del país. 

Cuando vemos que la jefa de Sunat es víctima de reglajes que luego resultan ser una graciosa contribución del Estado para un problema personal, viene a la mente la sospecha. ¿La DINI trabaja al alimón con Sunat, como en el fujimorismo? Más aún cuando hemos conocido, gracias a la prensa, que la tal DINI hizo apreciaciones políticas deleznables sobre los opositores al régimen.

Nuevamente aparece el tufo militar de este gobierno. Todos los opositores políticos son enemigos, la discrepancia natural es insubordinación al ‘superior’. En el Perú hay libertad de elección. Uno puede ser fujimorista hasta el tuétano, aprista hasta la muerte, entusiasta ‘pepekausa’, sufrido ‘peruposibilista’, fanático izquierdista y eso no lo hace mejor ni peor que quien discrepa. No es tan difícil de entender.

Los ‘antialanistas’ existen y son virulentos, se expresan a través de las redes, en público y en medios que más son pasquines. Pero que un personajillo cero inteligente haga apreciaciones sobre un ex presidente del tipo: “Alan García es de un narcisismo agudo, digno de un tratamiento médico” es francamente aberrante. Que lo diga como opinión en redes pasa, pero no como funcionario del Estado y menos ‘banqueado’ con nuestros impuestos. Tan torpe es que lanza: “El Apra se prepara para las elecciones”. ¡Plof! 

Para la DINI hacer política es “desestabilizar al país”, sin señalar cuál es la vinculación con ello. Llámese García, Toledo, Humala o Chamochumbi lo conocido resulta repugnante. El presidente Humala ha permitido esto. La megacomisión del Congreso parece haber recibido insumos de la DINI para sus denuncias constitucionales y el caso de los ‘narcoindultos’. Inadmisible. ¡Qué país! Sorprende que la primera ministro Ana Jara, demócrata cabal, quiera permanecer en el cargo avalando esta mugre.