“La información puede ser usada para pedir cuentas a los gobernantes y así reducir su discrecionalidad”. (Ilustración: Giovanni Tazza)
“La información puede ser usada para pedir cuentas a los gobernantes y así reducir su discrecionalidad”. (Ilustración: Giovanni Tazza)

Diez de los últimos quince años, el Perú ha crecido por encima de su tasa potencial. De esos cinco años en los que crecimos por debajo de la misma, uno fue el 2009 (crisis financiera global) y los restantes fueron los últimos cuatro. Es decir, si retiramos el año de crisis mundial, en catorce años de muestra, son los últimos cuatro los que nuestra economía ha estado rezagada frente a su potencial.

Para entender la magnitud del problema, veámoslo en cifras: aún con la crisis del 2009, cuando crecimos un magro 1%, el promedio de crecimiento entre el 2003 y el 2013 fue 6,2%. En los últimos 4 años (2014-2017), sin embargo, nuestro crecimiento ha sido de 3,1%. Es decir, crecemos a la mitad.

La pregunta, obvia, es por qué.

Podríamos creer que una respuesta se encontrase en el entorno externo. No es el caso: si miramos las cifras de actividad económica global, el último quinquenio no ha sido uno de estancamiento o crisis. Aún con la caída del 2009 (-0,2%), la tasa de crecimiento promedio mundial entre el 2003 y el 2013 fue de 4,1%. Es cierto que entre el 2014 y el 2017 bajó al 3,5%, un ajuste que, aunque sin duda importante, no explica la caída en cuestión.

Otra respuesta podría encontrarse en nuestra canasta comercial. Pero tampoco es el caso. El cobre, nuestro principal producto de exportación, es un buen termómetro: en el 2003, cuando el mundo recién salía de la crisis puntocom, este se encontraba en US$1.779 la tonelada; pasó la barrera de los US$6.000 a los pocos años (2006), y salvo algunos períodos, se ha mantenido por encima desde entonces. El promedio de su precio entre el 2003 y el 2013 fue de US$5.997, y entre el 2014 y el 2017 de US$5.853. Ni qué decir del oro, nuestro segundo producto de exportación: estamos muy por encima del precio promedio anterior.

Si no es el entorno global y no son los ‘términos de intercambio’, ¿qué explica dicha caída? En verdad es evidente, solo que no lo queremos ver o aceptar. La gran explicación detrás de la caída sostenida en nuestra tasa de crecimiento económico son los factores internos, principalmente políticos y económicos.

El ascenso de Ollanta Humala a la presidencia en el 2011 significó un cambio en la lógica y dirección del modelo económico, y no uno menor. Se incrementó sistemáticamente el peso regulatorio en general; entre otros, el de los sectores financiero, pesquero, minero y energético. Lo mismo ocurrió con los costos laborales y, en menor medida, los tributarios. Simultáneamente aumentó la carga estatal (presupuesto, gasto corriente) y se invirtió en infraestructura innecesaria, costosa y/o corrupta (refinería de Talara, metro línea 2 y gasoducto del sur).

Al descalabro económico se suma el hecho de que el gobierno nacionalista tuvo al país en una polarización política que, lamentablemente, se mantiene hasta el día de hoy. El ascenso del gobierno ppkausa, ya sabemos, no cambió la percepción ni los ‘espíritus empresariales’.

La sensación general es que el país se encuentra hoy en pausa. Las cifras no lo dicen, pero la tendencia y sensación son evidentes. Por ello es necesario, y urgente, reactivarlo. Eso solo puede hacerlo la clase política; en especial quienes conforman el Ejecutivo y el Legislativo.