¡Cómo nos pajareaste, Nadine!, por Fernando Vivas
¡Cómo nos pajareaste, Nadine!, por Fernando Vivas
Fernando Vivas

Parece que han pasado años desde que los ingenuos peruanos creímos que era la reserva moral e intelectual de . Nos pajareó literalmente con un tuit –“¿Tan difícil es caminar derecho?”– que digitó en el 2011, cuando ya había completado su transición de esposa de candidato que vive a costas de campañas, a política de facto sin ‘accountability’ u obligación de rendir cuentas. Tremenda rizada de rizo sería que , el escudero liquidado por ese histórico tuit, se sume a su defensa legal ante las investigaciones que le ha abierto el Ministerio Público por presunta corrupción y lavado de activos. 

Pensé que era una influencia benéfica para Ollanta porque era mujer (ah, romántico e iluso feminista), porque él era milico y ella civil (¡qué cívico monse fui!), porque él venía del cuartel y ella de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, donde tengo tantos amigos y colegas liberales y jóvenes en espíritu. Pero, con el paso de las coyunturas y los gabinetes, confirmé, como ustedes, que era un dedo que fastidiaba la gobernabilidad, que presionaba y molestaba a los ministros (me contaron que manejaba a algunos por WhatsApp), que hacía declaraciones que minaban el liderazgo de su esposo y que, por cierto, no la hacían parecer ducha en temas de políticas públicas. Veo que tiene sentido –¡qué miedo!– la versión recogida por Ricardo Uceda de que gente del entorno gubernamental ha hecho creer a la pareja que ella sabe más de economía que él. ¡Ya saben, entonces, a quién culpar de la testadurez que causó el ‘pulpinazo’!

Las acusaciones fiscales y su primer serio bajón de popularidad (hasta los helados 16%, primera vez por debajo de Ollanta, que tiene fríos 22%) saben a justicia política y poética contra su poder de facto. Para remate le salió una vengativa amiga, María Elena Llanos, a testimoniar en “Panorama” cómo así se convirtió en agente de su proceso de frivolización, cuándo aprendió que a una primera dama se le abre el mundo de las marcas y las modas.

Nadine ha sido descubierta por la opinión pública y le será extremadamente difícil remontar la idea de que es muy frívola como para posar de Evita de los pobres (aunque su fiel diga que de ella nació la idea de un próximo aumento del salario mínimo) y muy limitada y conservadora como para llegar a las cotas de una Cristina o de una Hillary. De instigadora del ‘locumbazo’, la épica fundacional del humalismo, y de Lady Macbeth tuitera, terminó por ser la embajadora de la quinua y modelo de exclusivos diseñadores nacionales. 

La señora Heredia ha dilapidado el capital político con el que entró, o sea, la suma de simpatías cívicas, liberales, feministas y juveniles que recelaban de un militar en el poder. Con su sobreexposición y sus antecedentes fiscalizables ya empezó a restar. Ahora jala el saco y la banda presidencial a su marido. Estoy convencido de que el diálogo que debió consistir en la visita personalizada de Ana Jara a cada tienda opositora (ninguna se hubiera negado) se convirtió en deslucida encerrona palaciega solo para que Nadine pudiera participar en él. Y esta es la parodia del actual diálogo nacional en las alturas: “Amor, no sé cómo gobernar”. “Y a mí qué me dices”.