Pan con PPK, por Carlos Meléndez
Pan con PPK, por Carlos Meléndez
Carlos Meléndez

No hemos superado la polarización de la campaña electoral. El ‘affaire’ Saavedra ha sido el punto de colisión entre fujimoristas y antifujimoristas. Los primeros imponen injustificadamente la censura ministerial, mientras que los segundos suplican una defensa irresponsable conducente al choque de poderes disolutivo. El fujimorismo presiona desde su hegemonía legislativa, afincándose en la legitimidad de las urnas. El antifujimorismo acude a sus principales ‘líderes de opinión’ para azuzar desde las redes sociales y –dizque– la ‘calle’. ¿Podrá el presidente Kuczynski zafar del ‘pan con pescado’?

El Caso Saavedra permite vislumbrar la naturaleza del debate político. Si creemos que es solo un asunto de intereses materiales (en juego a partir de la reforma universitaria) nos quedamos en la epidermis del fenómeno. Estamos ante un pulso político –con implicancias ideológicas y sociológicas– que toma como pretexto la continuidad de dicho ministro. Para los fujimoristas, Saavedra es tanto una amenaza “caviar” dentro de la gestión ppkausa, como la “evidencia” (sic) del “pacto” entre el actual presidente y los Humala-Heredia. Cuanto más ‘progres’ blinden al ministro de Educación, mayor ‘soporte empírico’ para esta ‘verdad develada’. El fujimorismo cuestiona la legitimidad académica: la del especialista con posgrado afuera que apoya su gestión en el conocimiento elaborado. No hay mayor pecado para el devoto del cemento que aquel que emplea las consultorías como instrumento de gestión. (Entienden a estas como prebendas).

Para los antifujimoristas, Saavedra es su nuevo niño símbolo. En tanto piñata de fujimoristas, mayor probabilidad de defenderlo (aunque no necesariamente estén de acuerdo con sus políticas). Si Kuczynski lo deja caer, se confirmaría la hipótesis del antifujimorismo: existe un cogobierno ppkausa-naranja. “Ya tomaron la Sunat, el BCR y ya vienen por la Sunedu y Concytec”, alertan convencidos de la condescendencia de PPK con los naranjas. Pero también hay una implicación sociológica inadvertida para los defensores de la gestión de Saavedra: el rechazo que genera la ostentación intelectual para llevar adelante reformas. La fórmula economista + PhD + Banco Mundial ha sido empleada por los defensores de Saavedra para ponerse en un peldaño superior de autoridad en vez de construir consensos. Para los elitistas, el fujimorismo es la representación de la mediocridad intelectual –como en su momento juzgaron al Apra–.

Como resultado de estos desencuentros, el debate se degrada. Priman los estereotipos y las teorías conspirativas al intercambio de ideas. La agresividad de las redes sociales toma protagonismo y todo se explica por la teoría de los seis grados de separación. Que una congresista fujimorista tenga una foto con una funcionaria acusada de corrupción ya es prueba de delito. Que una activista antifujimorista sea contratada por una consultoría en Minedu es la prueba del arreglo. Bloggers, tuiteros y ‘líderes de opinión’ toman por asalto los foros y arrinconan al Ejecutivo. ¿Sabrá PPK tener talante de estadista y dar el paso adelante que le permita salir de la polarización que lo pinta como ‘lame duck’ en apenas cuatro meses? Seguir con la política educativa prescindiendo de personalismos sería una alternativa al falso dilema impuesto.