"PPK y Fernando Zavala tuvieron la posibilidad de replantear el juego político, pero no creyeron que era necesario hacerlo. Increíble". (Foto: Congreso de la República)
"PPK y Fernando Zavala tuvieron la posibilidad de replantear el juego político, pero no creyeron que era necesario hacerlo. Increíble". (Foto: Congreso de la República)
Pedro Tenorio

En política la obstinación y la soberbia son pésimas consejeras. Y el gran problema para el presidente es que todavía no se da cuenta. ¿Lo entenderá algún día? Kuczynski necesitaba propinar un golpe de confianza al país con su mensaje por 28 de julio, y no lo logró. Debía reengancharse emocionalmente con los peruanos que votaron por él o que vieron con buenos ojos su llegada al poder (hoy solo tres de cada 10 peruanos aprueba su presidencia), y nada. ¿Por qué? Porque ante la menguante minoría que aún lo apoya en el Congreso, debía y debe ganar la calle, atraer respaldo político para impulsar sus reformas. Es más: tuvo la oportunidad de ajustar oportunamente su equipo ministerial en los últimos días, y tampoco.

Así se asoma a su segundo año en Palacio: cargado –una vez más– de promesas, jurando que lo hará mejor y que reactivará la economía. Sin embargo, ¿dónde se han visto nuevas metas a alcanzar en manos del mismo malhadado equipo? El presidente Kuczynski no tiene nada de ingenuo, pero sí mucho de obstinado.

Su mensaje del último viernes fue, en líneas generales, correcto, positivo, pero requería de la inmediata participación de sus ministros y voceros en distintos medios de comunicación y plataformas para que sus anuncios aterrizaran en la mente y el corazón de la gente. No ocurrió así y ahora volvemos progresivamente a los días en que el Ejecutivo se veía zarandeado entre huelgas y amenazas de cierre de vías, y duros pullazos lanzados desde el Congreso. A la luz del tiempo transcurrido y de lo que dejaron de hacer sus colaboradores, fue un mensaje incompleto.

En resumidas cuentas, Pedro Pablo Kuczynski está confirmando que es el tipo de presidente que la oposición requiere.

Sin embargo, el fujimorismo está lejos de cantar victoria: soso, reactivo, haciendo más ruido que planteamientos alternativos, el partido liderado por Keiko Fujimori se dedica al tipo de oposición que mejor sabe hacer y que ya hizo durante el período 2011-2016. Un juego que no le garantiza el triunfo electoral a su candidata y que la mantiene a merced de las movidas de su hermano Kenji, quien ha terminado por ponerle la agenda. PPK y Fernando Zavala tuvieron la posibilidad de replantear el juego político, pero no creyeron que era necesario hacerlo. Increíble.

Se viene un segundo año difícil para Kuczynski y compañía. No es solo la economía, es el combate a la delincuencia común y lo que planteen en materia anticorrupción lo que sellará su suerte. La parsimonia que siguen mostrando hasta hoy es la peor receta. Ojalá me equivoque.

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