Polarizados e indiferentes, por Carlos Meléndez
Polarizados e indiferentes, por Carlos Meléndez
Carlos Meléndez

¿Por qué el triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses ha traído celebraciones o lamentos en el mundo? ¿Por qué las victorias del ‘brexit’ y del No en el Reino Unido y Colombia, respectivamente, han generado harta expectativa y debate allende sociedades afectadas por dichos resultados? Considero que estamos frente a una contraola conservadora que alienta una polarización de alcance global. No ante una disputa ideológico-programática –como en la Guerra Fría– sino una polarización basada en valores sociales conservadores anti-establishment y progresistas del establishment.

En las últimas décadas hemos sido testigos de la difusión de políticas liberales promotoras del respeto a minorías largamente excluidas. El otorgamiento de beneficios para inmigrantes, el reconocimiento de derechos de familia a homosexuales, el avance en derechos y reconocimientos para las mujeres, entre otros, han cohesionado una ofensiva progresista que se ha expandido a nivel mundial, particularmente en América Latina. Para algunos esta propagación era irreversible y evidenciaba la evolución automática de sociedades que han resuelto previamente sus necesidades materiales, a sociedades que claman por ‘issues’ posmateriales. “Es cuestión de tiempo”, creyeron muchos comentaristas.

Tal ola progresista, empero, animó la reacción de sectores tradicionales que han encontrado en las urnas su mejor camino para protestar contra lo que consideran el “establishment políticamente correcto”. (De ahí la percepción de liberales que critican los ‘outputs’ de la democracia electoral). Que Trump se denomine a sí mismo como Mr. Brexit o que la “ideología de género” sea una etiqueta empleada por evangélicos (colombianos y peruanos) para estigmatizar el derecho a la equidad sexual explicita dicha respuesta contestataria y su capacidad de traspasar fronteras nacionales. Esta contraola conservadora toma características de anti-establishment al oponerse a políticas consensuadas por las élites que buscan derrocar. Es por ello que la connotación “populista” de los liderazgos que encabezan y agitan demandas ultramontanas activan divisiones estructurales. Las periferias y las zonas rurales se cohesionan en contra de las preferencias políticas dominantes en las ciudades y los centros del poder. (Corrobórese en los últimos mapas electorales de Estados Unidos, el Reino Unido y Colombia).

Este nuevo tipo de polarización mundial –en base a valores y creencias– combina la razón y la fe, las mentes y los corazones de dos identidades que han llevado sus discrepancias a las arenas políticas. Para complejizar más el panorama, a estos grupos rivales se aúna un tercero, el “indiferente”, desafecto de la política, que rehúye tomar partido incluso por alguna de estas dos causas en conflicto. Los altos niveles de ausentismo en la participación electoral de los plebiscitos y las elecciones realizadas este año dan cuenta del crecimiento de una proporción mayoritaria de desafectos (frecuentemente más del 50% en sus respectivas sociedades). Así, la dinámica social global aparece dividida entre “polarizados” que participan activamente de la política (progresistas movimientistas y votantes conservadores) e “indiferentes” que los contemplan por televisión.