"Hoy el presidente habla como si estuviera haciendo todo lo posible por cambiar las cosas y fueran los peruanos quienes no se lo reconocen". (Foto: El Comercio)
"Hoy el presidente habla como si estuviera haciendo todo lo posible por cambiar las cosas y fueran los peruanos quienes no se lo reconocen". (Foto: El Comercio)
Pedro Tenorio

Objetivamente hablando, el Gobierno ha ido a una velocidad mucho menor de la que necesitaba en sus primeros 12 meses. Asumamos, como repite el presidente , que Odebrecht y El Niño costero lastraron el crecimiento que necesitábamos y complicaron al Ejecutivo. Y aceptemos, como asegura el mandatario, que este segundo año será mejor. Sin embargo, su optimismo choca con un muro de lamentaciones, gruesos errores políticos y frustraciones que ha tenido el Gabinete Zavala en lo que va de su gestión. ¿Qué queda entonces por hacer? Mucho, muchísimo, pero debería ser el primero en entender que no basta con decir “lo peor, pasó”.

Más allá de los aciertos que el presidente exhibirá en su discurso del viernes 28 ante el Congreso, padece un serio problema de percepción que ahonda la desaprobación ciudadana. No lo digo yo, son datos que recoge la publicada en este Diario.

Así, a la pregunta “¿Por qué desaprueba al presidente?” (58% de encuestados versus 34% que apoya su labor), las respuestas son: “No se preocupa por mejorar la seguridad ciudadana (35%), no tiene autoridad, carácter fuerte (34%), no va a cumplir sus promesas (31%), falta manejo político con la oposición (29%), en su gobierno hay corrupción (29%), está con los ricos (26%)”. Salvo el primer punto, todos los demás se basan en suposiciones o en la fuerza de distintas imágenes, de señales negativas que Kuczynski y sus colaboradores han dado en estos meses.

¿Se puede revertir? Por supuesto, pero tomará mucha decisión, trabajo (con ministros en la cancha, ensuciándose los zapatos, como en los días del Niño costero) y, por supuesto, tiempo. Y para ello es clave un punto: humildad. Hoy el presidente habla como si estuviera haciendo todo lo posible por cambiar las cosas y fueran los peruanos quienes no se lo reconocen. Y en esto también se equivoca. Quizás sea una buena idea que en su discurso por 28 de julio reconozca que él también ha errado. Escucharlo decir: “Sí, me equivoqué buscando lo mejor, pero ya aprendí la lección”, podría ser la mejor manera de comenzar su segundo año.

Las encuestas reflejan la desilusión de quienes vieron llegar al Gobierno a personas muy preparadas y con experiencia, pero que no han plasmado una diferencia significativa respecto a la gestión anterior. Ahora que sabemos que no habrá mayores cambios en el Gabinete, se trata de una tarea clave para levantar las expectativas de un país que quiere creer en sus autoridades y en sus posibilidades para crecer y atender sus necesidades básicas. Póngase las pilas, presidente.

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