(Foto: El Comercio)
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Pedro Tenorio

Estos días nos confirman que hay gente haciendo políticamente su trabajo y otra que no tiene idea de cómo conservar sus posiciones de poder. En el primer grupo están Alberto y Kenji Fujimori, reclutando a disidentes de la bancada de Fuerza Popular (FP) lenta pero sostenidamente, cumpliendo así su parte del acuerdo político con el Gobierno para atajar lo más que puedan el avance de una vacancia presidencial a cambio de blindar de todo riesgo la libertad de Alberto Fujimori. Al otro lado están quienes no parecen entender bien en qué consiste su chamba: ahí se ubican Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski, aunque con intereses contrapuestos, por supuesto.

La primera no consigue liderar allí donde asegura que lidera. Hace 19 meses eran 73 parlamentarios de FP y hoy van quedando 59. Y podríamos seguir descontándolos en breve. Sin embargo, más allá de la pérdida de curules en la bancada está la incapacidad de Keiko y sus principales colaboradores para evitarlo. Que se fueran Kenji y un puñado de inconformes era una cosa, ¿pero que ahora sean 12? Además, hay uno que anunció días atrás que se quedaba, sí (Miguel Elías Ávalos, Ica), pero que se abstendría ante un nuevo pedido de vacancia, con lo cual los votos de que dispone Keiko bajan a 58. ¿Llegarán a los 87 que requieren para mandar a PPK a su casa?

Mientras Keiko resuelve sus cuitas, veamos qué sucede por el lado de Kuczynski. Este fin de semana le hizo otro flaco favor a su objetivo político de encarar sospechas y acusaciones a partir del Caso Lava Jato peruano desde su presidencia. Fustigar a los fiscales por “darle tribuna a gente comprobadamente corrupta”, cuando ese es precisamente el objetivo de toda colaboración eficaz, hablaría más de un miedo a las pesquisas que de una autoridad con la conciencia tranquila. El jefe de Estado hace todo lo imaginable para parecer temeroso. Pésimamente asesorado o claramente desorientado, da el tipo de señales que su presidencia no se puede permitir. Así, se le hace imposible dejar atrás el tema (en manos de la fiscalía y de la comisión respectiva en el Congreso, se entiende) para concentrarse en sus tareas de gobierno mientras su Gabinete, bancada y aliados de turno responden políticamente.

Hace cinco semanas identificábamos tres peligros alrededor de PPK (su errática posición en el tema Odebrecht, la necesidad keikista de vacarlo para enfatizar así su “lucha frontal” contra la corrupción y el afán de la izquierda en castigarlo por indultar a Fujimori). Esos tres peligros se mantienen y Kuczynski no tiene una estrategia –más allá de las habilidades de Alberto y Kenji– para sobrevivir. Debería tenerla.