"Presente", por Richard Webb
"Presente", por Richard Webb
Richard Webb

Cada diez años, pasamos lista a los que vivimos en el Perú. El censo de población es un evento único, una convocatoria de peruanidad a la que respondemos sin coacción y, usualmente, con buena disposición. El país entero se moviliza y un ejército –los encuestadores– llega hasta el último rincón. No hay otro evento nacional comparable. En el Perú vivimos desparramados por un territorio enorme, diferenciados por una extraordinaria diversidad geográfica, económica y social. El censo es la única ocasión que convoca a toda la población. Ni las Fiestas Patrias, ni la Navidad, ni otra ocasión nos convoca y moviliza tan completamente como el censo. Ante la obligación cívica y las simples preguntas del encuestador, desaparecen todas las diferencias usuales de nuestra vida social, de poder o riqueza, de origen étnico, religión o preferencia política. Solo el censo logra que los más de treinta millones que vivimos en el Perú cumplan con un mismo ritual un mismo día, decir “presente, yo sí vivo en este país”. 

Hay gran expectativa para conocer los resultados del censo de población que se realizará este próximo setiembre, cumpliendo así la norma que obliga a un censo cada diez años. El censo no se ha salvado de nuestra costumbre de la hora peruana y del incumplimiento de las normas. Pasaron 64 años entre los censos de 1876 y 1940, y otros 21 años hasta el de 1961. Se espera que el censo que se realizará este año sentará la base para una mayor regularidad. 

Más allá de las normas, nos hemos vuelto una sociedad mucho más numérica que en el pasado. Los números están a la orden del día en casi todo aspecto de la vida y el censo es ahora una necesidad como base para una multitud de otras estadísticas, especialmente las que se generan a través de encuestas. El hambre estadístico es particularmente fuerte en el Estado, donde casi toda la planificación, seguimiento y fiscalización se realizan en función de los números. El censo nos permitirá actualizar varios de los números más importantes para la gestión pública, como es el crecimiento de la población, el tamaño promedio de la familia y los nuevos patrones migratorios. 

Mi primera experiencia censal fue con el censo de 1961 y recuerdo la frustración de tener que esperar varios años hasta que fueran publicados los resultados. La tabulación se realizaba a mano y con las primeras computadoras que utilizaban tarjetas perforadas. La tecnología actual utilizará tabletas que harán posible que la información recogida sea grabada digitalmente y enviada a los procesadores centrales casi simultáneamente. Siempre habrá la necesidad de realizar un gran número de chequeos y verificaciones, o sea una especie de auditoría casi inmediata, pero se espera que esta vez la demora para conocer los resultados no se medirá en años sino meses. 

No obstante la enorme importancia actual del censo, creo que nos acercamos al final de la era de los censos debido al desarrollo espectacular de los instrumentos de medición, de registro y de seguimiento, como sería el chip implantado en las personas que haría innecesaria la recolección censal. Sin llegar a ese extremo, cada día hay más instrumentos y mecanismos de medición, tanto comerciales como de gobierno, que podrían reemplazar al censo.