Regalados, por Patricia del Río
Regalados, por Patricia del Río
Patricia del Río

El niño Jesús recibió de los Reyes Magos oro, incienso y mirra. Los tres viajeros le agradecían así a quien más tarde nos regalaría su sacrificio y su vida. La Estatua de la Libertad que puño en alto recibe a todos los visitantes que llegan a Manhattan, fue un regalo del gobierno francés al norteamericano cuando se cumplieron cien años de su existencia como país libre. El famoso Taj Mahal construido en la ciudad de Agra, India, fue un regalo de dolor, que el emperador musulmán Shah Jahan mandó a edificar en honor a su esposa Mumtaz Mahal, quien murió a los 20 años. Richard Burton le regaló a su esposa Elizabeth Taylor  la Peregrina, una enorme perla, considerada una de las más valiosas del mundo que formó parte de las joyas de Corona de España. A Jennifer López, el simplón de su marido, Ben Affleck, le regaló un wáter enchapado en rubíes, zafiros y diamantes para sus impresionantes posaderas.  Van Gogh le mandó de regalo a una prostituta su oreja envuelta en un pañuelo.  La leyenda cuenta que los griegos le regalaron a los troyanos un caballo lleno de soldados enemigos, y que Eva a Adán una manzana repleta de  tentaciones.  

Regalar: lo que originalmente fue un acto de agradecimiento y cariño ha devenido en un fenómeno consumista y comercial que lo desvirtúa todo. Hoy regalamos para demostrar afecto, pero también hacemos regalos movidos por la culpa y por la necesidad de ostentar poder. Por eso me permito sugerir desde esta humilde tribuna algunos regalos que tal vez nos ayuden a vivir mejor en este mundo que nos ha tocado compartir: a los niños regalémosles atención cuando nos hablan, comprensión cuando se equivocan y más tiempo para jugar. A los abuelos,  varias tardes viendo álbumes de fotos amarillentas, preguntándoles por esos recuerdos que todavía no se desvanecen. A nuestra pareja, podríamos regalarle menos  reclamos y demandas, a nuestros compañeros de labores, reconocimientos sinceros por el trabajo bien hecho. A nuestras mascotas, largos paseos en el parque; a nuestros gobernantes les podríamos dar más fe y menos desconfianza; a nuestras amigas, tiempo para un café. Al policía que nos cruzamos en la calle un saludo respetuoso,  llamándolo por su nombre. Al que no piensa como uno, tolerancia; y al que nos insulta, compasión, que algo muy triste debe pasarle en la vida para que ocupe sus días agrediendo a otros.

Regalemos una oración por los que se fueron, perdón para los que nos ofendieron, y tiempo para nosotros mismos. Regalémonos más libros, menos pantallas y por sobre todas las cosas, regalémonos vida. Buena vida, linda vida, sana vida… que eso, en serio, no nos cuesta nada. Feliz Navidad.