¡No!, por Ricardo Vásquez Kunze
¡No!, por Ricardo Vásquez Kunze
Ricardo Vásquez Kunze

Uno. Juan Manuel Santos ha recibido de la mayoría del pueblo colombiano una lección de democracia y sentido común: le ha dicho No al ‘acuerdo de paz’ del presidente y las FARC. 

Dos. Santos trató a la democracia como la última rueda del coche al creer que con ponerla ante los hechos consumados iba a sacarle un amén a sus conciliábulos de ‘paz’ con el grupo narcoterrorista. 

Tres. El presidente colombiano pretendió manipular –con la complicidad de la ‘comunidad internacional’– a la opinión pública de su país para dar por consumado un acuerdo sobre el que el pueblo todavía no se había pronunciado. 

Cuatro. Quiso forzar un acuerdo que solo tenía el consenso de las partes involucradas, o sea, Santos y ‘Timochenko’, además de los Castro y una poderosa comparsa internacional de mandarines. 

Cinco. El hecho de que la espectacular ceremonia del ‘acuerdo de paz’ en Cartagena se haya realizado antes del plebiscito demuestra el desgano de Santos por el pueblo colombiano. Su idea fue: si los principales presidentes latinoamericanos asisten con reyes eméritos y el secretario general de la ONU como testigos y garantes, el pueblo seguirá la corriente ‘mundial’. A eso sumó una campaña oficial –nacional e internacional– sin precedentes a favor de ‘su’ acuerdo. 

Seis. Santos ha puesto en ridículo a su gobierno y a los que se unieron a la aventura de respaldarlo para la foto sin tener en cuenta en lo más mínimo la voluntad del pueblo colombiano. 

Siete. El pueblo colombiano ha expresado su soberanía en las urnas al rechazar un acuerdo que le quería ser impuesto con la complicidad de potencias extranjeras y poderes internacionales. 

Ocho. El sentido común de la mayoría del pueblo colombiano contra el acuerdo entre Santos y las FARC se manifiesta en el hecho de que tanto Santos como ‘Timochenko’ están dispuestos a proseguir con las negociaciones de paz, esta vez integrando al diálogo político a la oposición uribista. Esto quiere decir que era una ‘mala paz’ porque, por lo visto, aún se podía conseguir mucho más a favor de la justicia para el Estado y el pueblo colombiano. 

Nueve. Santos debe renunciar y no aferrarse al poder como si no hubiera pasado nada. Su versión de paz ha sido rechazada en las urnas; su legitimidad como líder de un nuevo diálogo político con las FARC y la oposición está desautorizada por el voto popular: debe asumir su responsabilidad política por un fiasco monumental. 

Diez. En el Perú, cierta prensa televisiva ha jugado un papel ominoso, prestándose a hacer de repetidora oficial del gobierno de Santos. Poner todo un aparato y contenido periodístico al servicio de los intereses de una facción política extranjera no es ni ético ni profesional, sino absolutamente totalitario y antidemocrático, además de sesgado y manipulador de la opinión pública. No es la primera vez. Esperemos que sea la última.