La hinchada peruana colmó esta mañana las calles rusas con mensajes de aliento a la selección. (Foto: Rolly Reina / El Comercio)
La hinchada peruana colmó esta mañana las calles rusas con mensajes de aliento a la selección. (Foto: Rolly Reina / El Comercio)
Rolando Arellano C.

La participación de Perú en el Mundial de Fútbol de Rusia ha generado cambios sociales muy importantes, presentando una gran oportunidad que no deberíamos perder. Veamos.

Para empezar, aun teniendo graves carencias, el Mundial deja claro que hoy podemos darnos libertades antes impensadas. Si hasta hace poco la mayor razón para ir al extranjero era migrar, el viaje de decenas de miles de compatriotas para acompañar a la selección a Rusia muestra que hoy hay más dinero del que se piensa, y que está mejor repartido.

Además, cuando ellos regresen engrosarán el número de peruanos que solamente conocían su ciudad o su barrio, y que hoy conocen el tamaño de Islandia y saben que en Moscú también hay pobres. Por cierto, aquí vimos a ese grupo que solo conocíamos por estadísticas: los peruanos en el exterior. Los paisanos que llenaron el estadio en Suiza, que viven en Berlín o en Oslo, y mandan saludos a su familia en Comas, tienen ya una cara y un sitio más nítido en el corazón peruano.

Y si el origen social y la raza fueron una gran preocupación, hoy nadie bromea con ellos. De hecho, la diversidad de estratos, colores de piel, tallas y contexturas de los jugadores seleccionados muestra la mixtura de la que estamos cada vez más orgullosos los peruanos. Luis Advícula, Aldo Corzo y Christian Cueva, entre otros, forman una paleta muy variada que hoy nadie discute como nuestra esencia nacional.

Un antes y después adicional es el de la apertura hacia la mujer, que siempre estuvo al margen de este deporte. Hoy vemos periodistas y comentaristas femeninos, opinando de manera contundente y hasta más acertada que los hombres. Y entre los personajes más resonantes en la opinión pública están las mamás de los jugadores, con doña Peta dando la pauta.

Por cierto este Mundial ha unido a jóvenes y mayores; a los que vieron los goles de Cubillas y a los que se los contaron. Y por eso en cada programa de fútbol hay un comentarista “mundialista” de antes, junto a los nuevos valores de la crítica futbolera. Y no hay familia donde padres e hijos no junten álbumes, ni colegios u oficinas donde no se intercambien figuritas del torneo.

Y si hace unos años nos sorprendió ver a muchos jóvenes lucir la marca Perú “espiral”, hoy es innegable el sentimiento nacional en los millones de camisetas roja y blanca (de Gamarra u oficiales) que se lucen en todos lados. El antes de un país tímido de mostrarse, al hoy de uno orgulloso de sus colores.

En fin, más allá de lo que pase en el campeonato, al unir el Perú al mundo, a ricos y pobres, a hombres y mujeres y a jóvenes y viejos alrededor de la bandera, este Mundial nos pone la pelota frente al arco de la unidad nacional. Nos toca a todos meter más goles.