“En Las Bambas se dieron las condiciones para arrancar. Pero no para continuar”.
“En Las Bambas se dieron las condiciones para arrancar. Pero no para continuar”.
Fernando Vivas

‘Perú, ¿país de “metal y melancolía’? No, esa cita de García Lorca (pobre, los fachos españoles no le dieron tiempo para visitarnos) no me sirve para hablar de . Nuestras minas han provocado mucha furia, radicalismo, injusticias y malentendidos que aclarar antes de ponernos melancólicos a contemplar tajos abiertos y bloqueos de carreteras.

No nos remontemos a los tiempos de la explotación salvaje, ni siquiera al “Redoble por Rancas” de Scorza, pues alargaríamos mucho el cuento. Para entendernos, arranquemos nuestro ciclo de polarización minera/antiminera con el caso de en el 2011: de un lado, una izquierda que asumía que ya no haría ninguna revolución y que la mejor manera de jorobar al sistema era soliviantar a comunidades contra la mina; del otro lado, empresarios mineros que aún apelaban a litigios y padrinazgos en gobiernos de derecha, para ahorrarse la ‘licencia social’.

El caso de Conga se agravó porque el tuvo la voluntad dividida. El primer ministro Lerner Ghitis buscaba una solución dialogada, mientras Humala lo desautorizó con una posición dura. De ahí que existe la hipótesis de que el ‘Conga, va’ humalista fue el autosabotaje de un presidente, por lo menos, confundido.

Conga no fue. Pero la polarización clásica y el desfase empezaron a corregirse. “Ahora ya no contratamos tantos abogados, sino sociólogos”, me dijo un ejecutivo de Newmont (Yanacocha), comentando el cambio de actitud. Quellaveco, por ejemplo, invierte bastante en relaciones comunitarias y quiere despejar la bruma antes de arrancar. Tía María también invierte y ya quiere arrancar, pero su zona de influencia es más compleja y sus voceros han cometido algunas metidas de pata garrafales. Aún debe esperar.

, a pesar del cambio de propiedad, sí pudo arrancar. La mina hizo desembolsos importantes. Los comuneros ya no encontraron sentido en la prédica antiminera de Marco Arana, sino en la asesoría de abogados como los Chávez Sotelo, que les ofrecen aumentar sus réditos. Las teorías del ‘posextractivismo’ y el ‘sumak kawsay’, o vivir con lo que buenamente te da la naturaleza, no tienen ‘sex appeal’ en comunidades que buscan progreso. Y el Estado, la tercera pata del problema, ha fortalecido sus políticas ambientales, pasándolas por completo del Minem al Minam.

O sea, en Las Bambas se dieron las condiciones para arrancar. Pero no para continuar. La zona de influencia no se satisfizo con la compensación metálica y fue azuzada por sus abogados (y, quién sabe, políticos), hasta ser torpemente judicializada. Ahora, busca reconocimiento ante las grandes audiencias que le recriminan sus expectativas infladas y su cuota a la inestabilidad nacional. Por un tiempo, seguiremos bambeados.