Una posible candidatura de Kenji Fujimori a la Mesa Directiva del Congreso contaría con el respaldo de unos 30 miembros de Fuerza Popular. (Archivo El Comercio)
Una posible candidatura de Kenji Fujimori a la Mesa Directiva del Congreso contaría con el respaldo de unos 30 miembros de Fuerza Popular. (Archivo El Comercio)
Marco Sifuentes

Ya casi nadie recuerda la primera vez que intentó iniciar una carrera política. A inicios del 2006, uno de los 8 (¿o 9?) partidos que ha tenido el fujimorismo decidió postularlo como candidato a la gobernación de Lima-Provincias. Para hacerlo, inscribió el famoso fundo Pampa Bonita como domicilio legal, cuando todo el mundo sabía que el benjamín de la dinastía, a la sazón de 26 años, vivía con su madre en San Borja.

Como esto era, a todas luces, un engaño a los votantes, hicimos un reportaje en el programa en el que entonces trabajaba, “La ventana indiscreta”. Mientras lo realizaba, una fuente del fujimorismo me confesó –en un exceso de sinceridad del que sin duda se arrepentiría casi de inmediato– que la mayor amenaza para Kenji era el canal que transmitía nuestro programa. Resultaba que, durante el derrumbe de la dictadura, la emisora había adquirido unos cuantos ‘vladivideos’ “exclusivos”, grabaciones que –por los límites de tiempo de la televisión comercial– nunca se habían visto en su integridad, a diferencia de los incautados por la justicia, que se divulgaron por completo en largas sesiones en el Congreso. Uno de estos videos semiinéditos, confesó turbada la fuente, era el de Puñete.

Ahora bien, no dijo Puñete. Y no lo dijo porque el perro, como tantas veces ha insistido después Kenji sin que a nadie le importe realmente, se llamaba Tauro. Lo de Puñete se mencionó, como una broma, durante el programa, luego de la emisión del reportaje, para el cual seleccioné, como se imaginarán, los fragmentos inéditos más salvajes y menos aptos para toda la familia del famoso ‘vladivideo’ “exclusivo”.

En los últimos años, Kenji se ha quejado amargamente del ‘bullying’ mediático que constituyó la difusión de esas imágenes. Y, en retrospectiva, tiene razón. El que aparecía en esas grabaciones era un menor de edad. En actos francamente discutibles y, por decir lo menos, llamativos, pero era un adolescente. También es cierto que el video demostraba otra cosa: que usaba helicópteros del Ejército Peruano para llevar de paseo por el Perú a la pandilla de su hijo. ¿Se imaginan qué habría pasado si alguno de los últimos presidentes hubiese hecho lo mismo? Por menos cosas se han montado comisiones investigadoras.

Esta historia viene a cuento porque, creo, ilustra muy bien varias características aún vigentes de la figura pública de Kenji Fujimori. Alguien que ha crecido insólitamente expuesto a los ojos de todo un país pero que, al mismo tiempo, ha sabido permanecer inescrutable, tanto así que la opinión pública lo conoce más a través de bromas y de prejuicios que de acciones reales.

Es sintomático que, a estas alturas de su vida, lo único que sepamos del pensamiento de Kenji es aquello en lo que se opone a su hermana (derechos sexuales; diálogo con el Gobierno; incluso la libertad de su padre, que él ve como objetivo final, a diferencia de Keiko, para la que es herramienta de negociación). Pero ¿y lo demás? Antes de treparse al equipo de Kenji, lo mejor es observar con cautela y sacar la canchita.