Cerro San Cristóbal
Cerro San Cristóbal
Patricia del Río

Construimos casas en las quebradas de los , que luego se las lleva el río.

Levantamos puentes sin estudios serios que luego se desploman.

Dejamos a medias los puentes peatonales de la Costa Verde, que en caso de tsunami no podrán funcionar como vía de escape para los peatones.

Hacemos caso omiso de las sirenas de las ambulancias y los bomberos que corren a atender una emergencia.

Cruzamos las carreteras y vías rápidas, cargando niños y bolsas, justo debajo del puente peatonal.

Manejamos en ciudades donde hay policías dirigiendo el tránsito, a los que no se los ve, que dan indicaciones exactamente contrarias a las del semáforo prendido que tienen sobre sus cabezas.

Observamos niños trabajando en plena vía pública sin ninguna seguridad, mientras sus hermanitos de dos, tres años juegan en la berma del medio.

Nos cruzamos a diario con bicicletas y motos transportando balones de gas, que al primer accidente volarán por los cielos.

Permitimos que mototaxis circulen por las carreteras compitiendo con enormes buses interprovinciales.

Compramos en galerías y centros comerciales tugurizados, sin claras vías de escape, sin sistemas eficientes contraincendios.

Escuchamos todos los días cómo hospitales y clínicas rechazan a pacientes graves, ignorando la ley de emergencia que los obliga a hacerse cargo.

Manejamos a altísima velocidad por la ciudad sin siquiera respetar las salidas de los colegios y hospitales.

Nos subimos a peque peques en la selva, a botes de paseo en la costa, a cruceros en lagos y lagunas de la sierra sin exigirle a nadie que se ponga un chaleco salvavidas.

, el emporio comercial más importante del Perú, está lleno de edificios inseguros y de ambulantes en las calles que impedirían la entrada de bomberos. , nuestro atractivo turístico más emblemático, está rodeado por el pueblo de Aguas Calientes que es una trampa mortal para los viajeros cada vez que crecen los ríos. Las carreteras Central y Panamericana están subseñalizadas y repletas de avisos comerciales que distraen a los choferes.

La verdad, cada vez que ocurre una tragedia como la del o el no deberíamos preguntarnos por qué pasan esas cosas. Deberíamos agradecer que no ocurran más seguido, porque la informalidad es esa bomba de tiempo que estallará en cualquier momento. La falta de autoridad es la dinamita que la alimenta, y nuestra irresponsabilidad el fuego que prende la mecha. Bum.