El presidente Pedro Pablo Kuczynski ha negado haber sabido que Westfield Capital contrató con Odebrecht, cuando él fue ministro de Estado. Señaló que delegó la representación de la empresa al chileno Gerardo Sepúlveda. (Foto: Reuters)
El presidente Pedro Pablo Kuczynski ha negado haber sabido que Westfield Capital contrató con Odebrecht, cuando él fue ministro de Estado. Señaló que delegó la representación de la empresa al chileno Gerardo Sepúlveda. (Foto: Reuters)
Pedro Tenorio

Enero sirvió para replantear el tablero político tras el fallido intento de vacancia presidencial y el indulto negociado con y a favor de Alberto Fujimori. ¿Qué sigue ahora? Pues ninguna buena noticia para Pedro Pablo Kuczynski, a quien de poco sirvió perseguir por todo el Perú al papa Francisco (según GFK, su aprobación volvió a caer, esta vez a 19%. Es decir, a duras penas uno de cada cinco peruanos apoya su gestión). Keiko Fujimori tampoco la tiene fácil, pero es PPK quien debería andar muy atento y con los reflejos despiertos. Principalmente por tres razones. 

Primero, porque se echó a andar cuesta abajo la rueda de sospechas y acusaciones que lo vinculan desde sus días como ministro de Economía y primer ministro durante la administración Toledo, con posibles conflictos de interés en que pudo haber incurrido con más de una empresa a la que él o sus allegados (como el chileno Gerardo Sepúlveda) ofrecieron servicios. Prácticamente no hay medio de comunicación que no haya ventilado algún caso comprometedor, donde además faltó a la verdad al momento de brindar sus descargos (cuando los hubo). Y es solo el comienzo. 

Segundo, porque Keiko Fujimori necesita descargar en alguien la presión alrededor suyo por su probable vinculación al Lava Jato peruano (Jorge Barata comparecerá ante fiscales peruanos a fines de febrero y ahí podría narrar cómo, cuándo y en qué circunstancias habría entregado dinero a su campaña, como a la de otros políticos). Si la declaración de Barata resulta comprometedora, habrá reacciones durísimas desde la tienda naranja. Pero además de desplegar su defensa, sentirán la necesidad de ‘castigar’ a alguien para contrarrestar la indignación ciudadana. Qué mejor oportunidad para intentar una nueva vacancia contra Kuczynski, a quien Barata también podría complicar aun más de lo que hoy parece afectado. 

Tercero, porque PPK resucitó políticamente a Alberto Fujimori, y más allá de si este participa o no activamente en política, lo cierto es que la izquierda (tanto la de Marco Arana como la de Verónika Mendoza) no le perdonará esta jugada. Cualquier nuevo pedido de vacancia con cierto fundamento –es decir, que no sea por el indulto otorgado (como pretendía Arana), sino por algún nuevo elemento vinculado a la corrupción brasileña– recibiría el respaldo de ambas facciones en el Congreso. De ser así, los 10 votos de Kenji y sus ‘avengers’ servirían de poco para salvarlo nuevamente. 

Las semanas pasan y Kuczynski se va quedando sin opciones ni aliados, mientras Martín Vizcarra se mantiene expectante en Canadá, pues podría surgir la necesidad de su regreso. Entramos a febrero y la inestabilidad política flota en el ambiente.