No vamo a calmarno, por Marco Sifuentes
No vamo a calmarno, por Marco Sifuentes
Marco Sifuentes

Pasadas casi dos semanas de las elecciones se siguen leyendo cosas como “ganó el modelo”, “estamos en el mejor escenario” o, esta es de antología, “hoy respiro más tranquila sabiendo que en la segunda vuelta electoral 2016 no tenemos ningún candidato antisistema”.

¿Perdón? Si el fujimorismo no es antisistema, ¿qué lo es? El fujimorismo destruyó el sistema de partidos más allá de toda reconstrucción posible. Un ejemplo: Alianza para el Progreso de Acuña tiene tantas curules como Acción Popular y el Apra juntos, mientras que el PPC no logró ninguna. Esa es la situación de los partidos históricos. Las otras dos fuerzas no fujimoristas (el Frente Amplio y Peruanos Por el Kambio) en el Legislativo son membretes creados para estas elecciones.

Desde los 80, la demanda política en el Perú es bastante consistente: el sur y la sierra norte prefieren el populismo ‘anti-establishment’; la costa norte y central un populismo más conservador; lo que Ipsos llama “Lima moderna” (esa burbuja de una docena de distritos que van de Breña a Barranco y de San Miguel a La Molina) es de derecha aspiracional; la periferia limeña es conservadora pero ‘anti-establishment’… y podríamos seguir.

Contra lo que se suele creer, casi no existe la fragmentación política en el Perú, sino continuidades político-culturales que son escandalosamente evidentes para cualquiera que se tome la molestia de ver los mapas electorales de los últimos 30 años.

Un caso: la costa norte y central (salvo la burbuja limeña) le pertenecieron al Apra hasta el 2006. Pero desde que García se derrumbó en popularidad, esa zona ha sido disputada por dos caudillos capaces de ocupar ese mismo espectro (lo que llamamos populismo conservador): Fujimori y Acuña. En el 2011 todo ese sector se volcó hacia Keiko y es posible que lo hubiera hecho hacia Acuña en esta elección, de no haber intervenido el JNE.

Algo parecido hubiera pasado en el sur con Guzmán, que a ojos limeños era de derecha pero en el sur era percibido como ‘anti-establishment’ y, por eso, le robaba votos a la izquierda allí… hasta que, nuevamente, llegó el JNE.

Si la demanda política en el Perú es más o menos la misma, ¿cuál es la fuente de inestabilidad? ¿Por qué empezamos de cero cada cinco años? La respuesta está en la oferta. Los productos a escoger varían dramáticamente cada cinco años (o cada mes, como ocurrió en esta elección). Y ese es un legado antisistema del fujimorismo.

Un dato más. Según una encuesta de Datum de este mismo año, nada menos que el 63% de peruanos cree que “el actual modelo económico del país debe ser modificado totalmente o en gran parte”. ¿Saben cuánto suman, juntos, los porcentajes de Keiko, Vero y Goyo? Agárrense: 62,66%.

Esto lo sabe perfectamente Keiko Fujimori, que es mucho más inteligente que sus guaripoleras (y de lo que creen sus antis). El fujimorismo ha ganado esta primera vuelta por su capacidad de enganchar con segmentos diferenciados de electores que lo que tienen en común, precisamente, es su descontento con el statu quo. ¿Ganó el sistema, dicen? ¿Victoria del modelo, celebran? Ay, Perú. Perdón: Ay, Lima. Perdón: Ay, burbuja.