(Foto: El Comercio)
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Pedro Tenorio

Si alguien se presenta en política como honesto, eficiente y transparente, más vale que lo sea. Con la cantidad de información disponible hoy en día no hay mejor punto de partida para un ministro o candidato que ser lo que se pregona o aproximarse mucho a ello. Sin embargo, la experiencia nos enseña que tan importante como “ser” es “parecer”. Suena a trabalenguas, pero es lo que le da credibilidad a un líder político (un presidente, cualquier figura opositora o congresista), más allá de lo que vendan su márketing personal o sus títulos. Le ocurrió a , como anteriormente a y . Y la lista es larga. Por eso, bien harían distintos actores políticos del momento en proyectar una imagen que los ayude a conseguir sus fines más allá de meras promesas.

Empecemos con el Gobierno. y necesitan ser realmente ejecutivos, aterrizar sus promesas, ponerle un ‘deadline’ –es decir, fecha y hora en el calendario– a sus anuncios con ocasión del voto de confianza para convencer a la población de que son capaces de pilotear la nave del Estado hasta el 2021. Lo peor que les puede ocurrir es reforzar la sensación de que deben su aterrizaje en Palacio a una conspiración tramada con el fujimorismo solo para sacar a PPK y aguardar la llegada de este al poder. De ahí la demanda de un curso de acción concreta más allá de “visitas inopinadas” a hospitales y comisarías, y una larga lista de buenas intenciones, que ya caracterizan al presidente y su jefe del Gabinete. Vizcarra ha pedido que le tomen cuentas del cambio a partir de octubre, pero cuidado con que sea tarde y que para entonces haya caído en la intrascendencia. Un ‘lujo’ que para su propia estabilidad no se pueden dar.

Por su parte, el fujimorismo debe asumir un papel activo en la recuperación del tiempo perdido, mostrando un espíritu concertador más allá del que ha tenido hasta hoy e integrando a otras bancadas en el apoyo a Vizcarra, cuyo fracaso sería el de todos los que clamaban: “¡Que se vaya Kuczynski!”. Otro punto clave para será tomar distancia efectiva de la corrupción, lo que solo será verosímil si sanciona aquellos casos que se han instalado en su bancada parlamentaria y merecen el desafuero. No hacerlo lastra sus posibilidades futuras y apunta a que la “lucha anticorrupción” es solo un eslogan oportunista. Y ojo que las elecciones del 7 de octubre están cerca.

Con su voto en contra del Gabinete Villanueva la izquierda juega a ser la verdadera oposición frente a un cogobierno donde priman los intereses de la derecha empresarial, lo que no se sostiene en la evidencia pero vende bien de cara a una opinión pública harta de promesas fallidas. Vivimos un juego de apariencias previo a la lucha electoral que se avecina. Guerra avisada...