Mario Ghibellini

El flan no se inventó en el Perú, pero a veces expresa importantes facetas del alma nacional. En estos días, por ejemplo, nos hace pensar especialmente en la disposición de buena parte de nuestros representantes en el hacia los retos que tienen por delante. Hay algo en las indulgencias azucaradas de ese postre, y sobre todo en el modo blandengue y tembloroso que tiene de ofrecerse al mundo, que evoca en nuestra mente a muchos de los actuales dueños de una curul; particularmente, a aquellos que se reclaman de oposición y afirman estar decididos a realizar todos los esfuerzos que haga falta para salvar la institucionalidad y la democracia en el país.

Los orígenes del dulce en cuestión, por si acaso, se remontan a la Antigüedad Clásica, una época en la que era conocido como ‘tyropatina’. Y la primera receta registrada por escrito se le atribuye a Marco Gavio Apicio, legendario gastrónomo romano del siglo I d.C. que, curiosamente, figura también en los anales de la historia como el padre de la mermelada. Ojo con eso en la plaza Bolívar.


–Solipsismo y soberbia

Coincidencias aparte, sin embargo, lo que queremos hacer notar aquí es que en estos días previos a unas fiestas patrias que se anuncian decisivas, en el Parlamento parecen estar más preocupados por los fastos asociados a ellas que por las urgencias del momento. Esto es, por las celebraciones y honores que estas fechas suelen traer consigo antes que por conformar un bloque que le ponga un alto definitivo al talante rufián de este gobierno.

Si algo, efectivamente, puede decirse con certeza del paso del por la presidencia es que ha estimulado la investigación. Ayer la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, decidió reactivar las pesquisas que se le abrieron tiempo atrás por presunto tráfico de influencias en el caso de de Petro-Perú, suspendidas en su momento por Zoraida Ávalos, y con eso las investigaciones que el gobernante acumula. Por supuesto que la relacionada con la remoción de Mariano González del Ministerio del Interior, tras solo 15 días de haber estado en el cargo, es la que más polvareda levanta en la presente coyuntura, por el descaro que comporta, pero en realidad todas son de escándalo. Lo que se esperaría, en consecuencia, de la mayoría de legisladores que casi cotidianamente manifiesta que esto no puede seguir es que se tome en serio lo que dice y ponga esa necesidad por encima de la preservación de sus comodidades y ambiciones. Pero no es eso precisamente lo que viene ocurriendo.

Por un lado, los miembros de la Mesa Directiva saliente pugnan por la conservación de sus privilegios en materia de seguridad y movilidad. “Todos [los anteriores] se beneficiaron y [a esos privilegios]” es como el congresista de Podemos Perú, Enrique Wong, ha expresado la idea. Y por otro, nadie puede olvidar las imágenes del representante de Fuerza Popular Hernando Guerra García participando virtualmente en una sesión plenaria desde la playa y alegando luego a manera de explicación que “lamentablemente tenía que trabajar”. Cuando se trata, por último, de armar una lista a la nueva Mesa Directiva que asegure la fiscalización sin concesiones al Ejecutivo comienzan los saltos de bancada porque a fulano o mengana no le ofrecieron la postulación que creía merecer, o los anuncios de que no se va a apoyar la candidatura de tal persona porque no se tiene “la misma vinculación ideológica” que la bancada de la que ella proviene. Un año después de su fallido intento de alcanzar la presidencia del Congreso sin aliados ni votos, Renovación Popular, se diría, sigue debatiéndose entre el solipsismo y la soberbia.

Lo cierto, en cualquier caso, es que esa actitud es la que le permite al presidente Castillo referirse a los legisladores que se le oponen como “zánganos políticos tradicionales” a los que hay que “quitarles la mamadera”. Esto, además, ad portas de un mensaje de 28 de julio en el que ha prometido “más de una sorpresa”.

A buscar una fórmula que conduzca al cierre del Parlamento es improbable que se atreva, pero que va a pechar a los supuesto zánganos con algunos decretos imposibles de dejar pasar es seguro. Los va a acusar por enésima vez de “obstaculizar” las presuntas medidas a favor del pueblo que él se esmera en impulsar… y ellos mientras tanto están concentrados en resolver si se ponen el terno plateado o el morado para la ocasión.


–87 justos–

El actual mandatario tendría que haber sido vacado hace tiempo. A lo largo de este año, su incapacidad moral ha demostrado ser perseverante, indeclinable y, por supuesto, permanente. Pero está visto que en esta representación nacional no hay 87 justos. A lo más, y solo después de los últimos escándalos, habrá 70. Con las justas.

Eso, sin embargo, no justifica que tales congresistas de hipotética oposición permanezcan contemplando el mal que se cierne sobre nosotros “sobre regios almohadones recostados”. Estos días no deberían ser para ellos de ocio, sino de desvelo y acuerdo para ofrecer una resistencia sin resquicios a la barbarie corrupta que se nos quiere imponer desde ese despacho paralelo al del pasaje Sarratea que existe en Palacio de Gobierno. Lo demás es solo ponerse en sintonía con la molicie del flan o de, como decimos aquí en el Perú, la crema volteada.

Mario Ghibellini es periodista