Mario Ghibellini

A la congresista , hasta hace unos días potencial candidata a suceder a Maricarmen Alva en la presidencia del Legislativo, le han tendido una trampa. Como en esas viejas películas mudas que suelen parodiar los dibujos animados, un villano la ha amarrado a las líneas ferroviarias que atraviesan algún paraje solitario para que el próximo tren se la lleve de encuentro.

La aparición de un audio grabado subrepticiamente en una reunión del Comité Ejecutivo de Alianza Para el Progreso (APP), partido al que ella pertenece, ha estropeado, efectivamente, sus chances de acceder a la presidencia del Parlamento, pues en él se la escucha decir que Acción Popular (AP) es “una banda delincuencial”, cuyo cabecilla sería . No lo dice, además, en potencial (esa es una precaución que hemos preferido adoptar aquí), sino que lo afirma de esa manera rotunda que solo el modo indicativo permite. Y, aunque allí no existe nada que merezca ser cantado en una epopeya, en el Paseo Colón ha ardido Troya.


–Drizella y Anastasia–

Para entender la dimensión de la trastada de la que la congresista Camones ha sido víctima, es importante recordar que el año pasado se cerró un acuerdo entre las bancadas que llevaron a la presidencia del Legislativo a la señora Alva (de AP). De acuerdo con ese compromiso, este año esos mismos grupos parlamentarios debían respaldar una lista encabezada por un o una representante de APP.

Los nombres que se venían barajando desde hace meses para asumir esa candidatura eran varios. Al principio, se habló de Gladys Echaíz y Roberto Chiabra, que despertaban entusiasmos en ciertos sectores de la oposición, pero que, al no ser militantes del partido por el que postularon al Congreso, no eran bien vistos por la cúpula acuñista. Se trató de promover entonces las postulaciones de Héctor Acuña y Eduardo Salhuana, pero ninguna de las dos consiguió despegar entre los grupos parlamentarios llamados a prestarles apoyo: al primero se lo veía demasiado emparentado con el líder de APP y al segundo, demasiado funcional al oficialismo. No olvidemos que Salhuana suele ser severo cuando parlotea sobre el Gobierno, pero melifluo a la hora de votar las mociones que buscan ajustarlo.

Fue en ese contexto que Camones empezó a asomar como una carta aceptable para los aliados de ocasión. Y fue en ese contexto también que Drizella y Anastasia, la versión apepista de las hermanastras de Cenicienta, empezaron a conspirar contra ella. Porque el audio que la ha condenado fue grabado evidentemente por correligionarios suyos y estuvo esperando por cerca de un mes el momento en el que más daño podía causar para salir a la luz.

Vamos, la congresista no hizo en realidad nada que cualquiera no pueda hacer en un ambiente de confianza: practicar la hipérbole para darle colorido a lo que quería expresar. “Banda de delincuentes” no era claramente en su boca una tipificación penal, sino un equivalente sazonado de “partida de infames” o algo así. Su error, entonces, no radicó en la selección de palabras, sino en andar creyendo que el ambiente en el que se encontraba era de confianza.

En la bancada de AP, por supuesto, no estuvieron dispuestos a tomarse a la ligera la caracterización que habían hecho de ellos. Nada enfurece tanto como las figuras retóricas que rozan la verdad. Y en consecuencia, buena parte de los votos de ese origen que Camones necesitaba para llegar a la presidencia del Legislativo voló. Ella ha tratado de parchar las cosas ofreciendo disculpas y ensalzando la “trayectoria democrática” del partido de la lampa, pero todo lo que ha conseguido ha sido que le muestren los colmillos. Se trata, claro, de colmillos de leche, como ocurre siempre que los titulares de la dentadura son niños, pero en este caso, muerden y desgarran lo mismo.

Sobre la identidad del villano que puso en apuros a nuestra Lady, hay varias teorías. Lo más probable, sin embargo, es que las investigaciones partidarias para detectarlo no lleguen a ningún lado. No solo porque el resultado mostraría la mala entraña de algunos de los próceres de esa organización política, sino, sobre todo, porque a la dirigencia parece acomodarle mejor una postulación más inocua frente al Gobierno, cuando no una secretamente cómplice con él.


–La Garra Siniestra–

Es bastante notorio, efectivamente, que , líder máximo de APP, cultiva la duplicidad que ya señalamos en el legislador Salhuana. Cuando la ocasión lo demanda, se hace el fiscalizador y hasta llega a especular sobre la conveniencia de que el actual jefe del Estado renuncie a su cargo. Pero cuando las papas queman, derrama bendiciones sobre su tesis sembrada de plagios, o le hace los coros en la llantina aquella de que quienes quieren vacarlo “no aceptan que un campesino sea presidente del Perú”.

Camones, en cambio, ha opinado recientemente que la vacancia “debe ir” y de hecho ya votó una vez a favor de ella.

En “Los peligros de Penélope”, un dibujo animado que los más maduros seguramente recordarán, la damisela que hacía las veces de heroína era puesta semana a semana en riesgo mortal por “La Garra Siniestra”, un villano que quería quedarse con su fortuna y que, oculto bajo un antifaz, no era otro que su afectuoso tutor. Ahora que tiene tiempo, la señora Camones debería quizás curiosear algunos viejos episodios de la serie. Nada hay, ya se sabe, como aprender mientras uno se entretiene.

Mario Ghibellini es periodista