(Ilustración: Mónica González).
(Ilustración: Mónica González).
Mario Ghibellini

Tras la declaración de Jorge Barata en Brasil, ha procurado, una vez más, desentenderse de la amenazante posibilidad de que haya financiado su campaña del 2011. “El señor Barata ha señalado que nunca le he solicitado dinero, que nunca me ha entregado dinero y que nunca ha hablado de ningún apoyo económico conmigo”, ha proclamado con una especie de indignación triunfante y en actitud de ‘asunto cerrado’. El asunto, sin embargo, como siempre que se habla de la intrincada urdimbre que conecta candidatos con eventuales aportantes, no es tan sencillo; y ciertamente no se agota en el paporreteo pronominal del ‘yo, me, mi, conmigo’ que la lideresa de nos ha querido obsequiar en su esfuerzo por desmarcarse de la mancha de aceite que avanza desde la otra orilla del Amazonas.

El retorno del muchame

Lo que se requiere establecer, en efecto, no es si ella misma recibió en la mano plata de Odebrecht, sino si su campaña fue financiada de alguna forma por la corrupta empresa brasileña. Y también, si esa financiación, en el caso de haber existido, provino de la llamada caja 2, porque, de ser así, poco importaría la modalidad específica que el aporte hubiese adoptado.

Keiko, por lo demás, demostró que entendía esto muy bien cuando, en octubre del año pasado y ante la Comisión Lava Jato, sentenció: “Puedo decir con absoluta convicción que ningún miembro de mi partido, ni los tesoreros, han recibido aporte alguno” [de las constructoras brasileñas]. Resulta, no obstante, que en su testimonio de esta semana, Barata ha afirmado que les entregó a Jaime Yoshiyama (el famoso ‘delfín’ de Fujimori que luego devino ‘muchame’, según una famosa portada de Caretas) y a Augusto Bedoya un millón de dólares a nombre de Odebrecht para la campaña de Keiko del 2011. Y Yoshiyama y Bedoya eran en ese momento, respectivamente, secretario general y secretario nacional de Economía de Fuerza 2011 (el antiguo nombre de Fuerza Popular). El primero de ellos, además, integraba la plancha presidencial junto a la señora Fujimori.

Por supuesto que, a pesar de los riesgos que se corre si miente, Barata podría haber dicho algo que no es cierto. Pero la circunstancia de que los dos presuntos receptores de la ‘contribución’ abandonasen el país justo dos días antes de la declaración del ex representante de la empresa brasileña sugiere que, o bien poseen poderes telepáticos que les permitieron anticipar que el hombre iba a inventarse unos cuentos sobre ellos, o bien tenían una mala consciencia al respecto.

Sea como fuere, este retorno del ‘muchame’ del fujmorismo a la escena pública por la vía de la mención de Barata enreda a Fuerza Popular y a su lideresa en una situación incómoda, pues los pringa de una grasa difícil de remover. Si bien lo aseverado por el famoso auspiciador de tanto aspirante local al poder tendrá que ser probado para producir algún efecto legal, en el ámbito político la cosa no es así. Allí, el viscoso aceite del que hablábamos antes asume formas imprevisibles y provoca manchas de suspicacia que, para alimentarse, solo requieren de lo verosímil. Y de eso, como hasta Kenji parece haber notado, tendremos noticias en las próximas encuestas.

Esta columna fue publicada el 3 de marzo del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.