(Ilustración: Mónica González).
(Ilustración: Mónica González).
Mario Ghibellini

La sutileza no ha sido nunca uno de los atributos más señalados del fujimorismo. Si sus oficiantes están interesados en ‘blindarte’, lo harán con pompa, denuedo y voto dirimente incluido, como le ocurrió originalmente a en la Comisión de Ética. Y si, por el contrario, buscan intimidarte, no gastarán saliva en eufemismos y te recitarán la amenaza con acentos evocadores de la campiña siciliana, como hizo en su momento el ex presidente del Congreso , en un recordado diálogo con la prensa preguntona.

Por eso, no termina de sorprender la manera diáfana en que ahora quieren cobrarse en Maximiliano Aguiar, asesor argentino del presidente Vizcarra, la mella que les ha causado la iniciativa del referéndum que está impulsando el Ejecutivo.

—Pensamiento ‘hermanón’—

La última encuesta de Ipsos, concretamente, ha registrado una caída en la aprobación de a su nivel más bajo desde que se convirtió en la lideresa de (15%), así como un incremento de 11 puntos porcentuales –de 35% a 46%– en un solo mes, en la del jefe de Estado: un fenómeno visiblemente asociado con el liderazgo que le ha permitido ganar el afán de reforma política anunciado en el mensaje de Fiestas Patrias.

A este motivo de ojeriza general, además, hay que sumarle otro que seguramente ha brotado de forma individual en el corazón de cada legislador naranja: el del bloqueo a toda posibilidad de reelección que sin duda provocará la inclusión de una pregunta al respecto en la consulta popular.

Con toda esa hiel en el organismo, entonces, han decidido ellos pasarle la factura al supuesto inspirador de tan lesiva estrategia. A saber, el ya mencionado asesor Aguiar. Y, en involuntario homenaje a esas escenas de viejas películas en las que los aldeanos de alguna villa supersticiosa deciden culpar de todos sus males a un forastero que pasaba por ahí, se han lanzado con trinches y antorchas tras él, acusándolo de ‘extranjero’.

“Un extranjero no puede participar en un Consejo [de Ministros]”, ha clamado con la ecuanimidad que la caracteriza la congresista Lourdes Alcorta, al tiempo de pedir precisiones sobre la visa del intruso. Mientras que, por su parte, la vocera de la bancada, Úrsula Letona, en un giro que quiso ser ingenioso, comentó el bajón del fujimorismo en las encuestas diciendo: “No vamos a recurrir a asesores internacionales para hacer el ‘match’ con la población”.

Finalmente, por si quedasen dudas sobre la puesta en práctica del ingenioso ardid, en un mensaje difundido días atrás en las redes, la propia señora Fujimori ha hablado de “asesores extranjeros inmediatistas”. Y a ello habría que añadirle comentarios en el mismo sentido, aunque menos enfáticos, de las legisladoras Rosa Bartra y Milagros Salazar.

Muchas cosas podrían observarse a propósito de toda esta hojarasca argumental. Como, por ejemplo, que la eventual inconveniencia de que un extranjero esté presente en un Consejo de Ministros depende de los temas que en él se aborden (si no, las sesiones de gabinetes binacionales serían imposibles); o que, sin importar lo que cualquier asesor diga, decisiones como las que hoy producen urticaria en el fujimorismo son asunto y responsabilidad final del presidente mismo.

Pero en realidad, no vale la pena hacerlo, porque el ataque al asesor argentino –un género que, dicho sea de paso, cultivó con pertinacia el ingeniero Fujimori, que cuando era presidente tuvo tres– es un pretexto. Un truco de escasa sofisticación que intenta aprovechar la triste ola de xenofobia que hoy parece recorrer nuestra sociedad para recuperar algo de favor popular.

¿Realmente eso es todo lo que tienen que decir en Fuerza Popular sobre propuestas de reforma tan mal formuladas como las que el Ejecutivo ha hecho llegar al Congreso? ¿Quién es su asesor? ¿Belmont?

A lo mejor, después de todo, deberían conseguirse más bien uno extranjero.