Las alianzas electorales no han sido exactamente un terreno en el que el PPC se haya lucido a lo largo de su historia. Ninguno de los vehículos que aparejó o estuvo dispuesto a abordar para participar en los comicios generales de los últimos 35 años (Convergencia Democrática en 1985, Fredemo en 1990, Unidad Nacional en el 2001 y el 2006, Alianza por el Gran Cambio en el 2011 y Alianza Popular en el 2016) lo condujo a la victoria. Y muchos de ellos, más bien, sirvieron para llevar al Congreso a representantes de otros partidos que, una vez instalados en su curul, se acomodaron con el gobierno de turno o desarrollaron una actividad legislativa que poco tenía que ver con el programa con el que supuestamente se habían comprometido.
La organización bedoyista, sin embargo, no es de aquellas que recurre al fácil expediente de aprender de sus errores, así que, por no hacer mudanza en su costumbre, acaba de sellar una nueva entente para tentar el poder en la contienda electoral del próximo año. Esta vez, el socio elegido es Alianza Para el Progreso, partido liderado por el sentencioso César Acuña y con el que el PPC parece tener más diferencias que semejanzas. Pero cuando la amenaza de perder la inscripción electoral aprieta, el pudor con respecto a asuntos tan enojosos como la trayectoria política o la honestidad académica del ‘partner’ potencialmente salvador tiende a evaporarse. Y en este caso, eso es precisamente lo que ha sucedido.
—In articulo mortis—
Desde cada uno de los extremos del acuerdo, por supuesto, esforzados voceros han ensayado alegatos para hacerlo lucir como una conquista de la democracia criolla. Pero sus palabras terminan arremolinándose en torno a ellos como hojarasca arrastrada por el viento y la gente se pregunta a qué hora llegará el jardinero con su rastrillo para obligarlos a mostrarse como son.
César Acuña, por ejemplo, ha sostenido que el entendimiento entre los dos partidos es una “alianza natural”, pero la verdad es que ese pacto es solamente tan natural como el que existe entre el hambre y la necesidad. El PPC tiene hambre de los votos que puede traerle APP para colocar unos cuantos congresistas (una modesta hazaña que no pudo lograr por sí mismo en las elecciones legislativas de este año) y pasar la valla que separará a las organizaciones que conservarán su inscripción electoral de las que no. Y APP tiene necesidad del prestigio del PPC (el que le queda gracias al recuerdo de grandes parlamentarios como Mario Polar y Ernesto Alayza Grundig, o la foja de servicios democráticos de Luis Bedoya Reyes) para prestarle un barniz “técnico” a su programa de gobierno y difuminar la imagen de autor trucho que se labró su líder en las elecciones pasadas gracias a las copias –que no plagios– que abundaban en las tesis que se atrevió a firmar.
Alberto Beingolea, presidente del PPC y probable número 1 en la lista congresal para Lima de la alianza de marras, ha hablado, por su parte, de “unidad de criterio” y de “fines programáticos” comunes. Y cuando alguien le ha hecho notar el récord de votaciones de la actual bancada de APP a favor de iniciativas que se repelen con la sola noción de criterio –suspensión del cobro de peajes durante la emergencia, “devolución” de los aportes a la ONP, reposición de los docentes que no aprobaron la prueba del 2014, etc.– ha respondido sencillamente: “El PPC no tiene por qué asumir los errores de APP antes de la alianza”. Como si fuese legítimo que un partido decidiera aliarse con otro solo a partir de lo que dice y dejando de lado su desempeño político efectivo. ¿En qué encíclica figura eso? En una denominada “Accommodatio in articulo mortis”, seguramente…
El morro que se están gastando en esta operación, sin embargo, no ha dejado a todos tranquilos en los predios del bedoyismo. En una grabación de la sesión virtual de la Comisión Política del viernes 9 que ha llegado a los medios, se le escucha decir, por ejemplo, a la secretaria general del partido, Marisol Pérez Tello, lo siguiente: “Yo soy profesora universitaria y desprecio el plagio; me parece la forma más baja de una persona… Y eso, para el rector de una universidad, no puedo tragarlo”. Y por si sus objeciones no hubiesen quedado claras, añade: “Yo no votaría por César Acuña”. Una sentencia tras la que ya solamente queda echarle aserrín al caudillo de APP.
A su turno, Beingolea defiende en esa misma reunión el proyecto de la coalición postiza con una intervención de antología. Tras recordar que a él en el 2016 la alianza con el Apra le pareció poco digna porque “pensaba que Alan García era un ladrón”, proclama: “Yo prefiero aliarme con una persona que haga de payaso que aliarme con un ladrón”. Una frase ciertamente resonante, pero que deja dos dudas. La primera: ¿quién sería en ella exactamente el payaso? Y la segunda: ¿no sería mejor quizás no aliarse con ninguno de los dos?
—Soldado con fuego—
En APP, no obstante, no se han sentido muy ofendidos con las expresiones de los dirigentes pepecistas. Concretamente, la actual parlamentaria acuñista y probable candidata de la entente a la primera vicepresidencia, Carmen Omonte, ha señalado: “Las discrepancias fortalecen [la alianza]”. De lo que se sigue que, si a lo de plagiario y payaso, sus socios le agregan una atribución laudatoria más, el pacto quedará soldado con fuego.
Como se ve, pues, las cosas no empiezan de la mejor manera para esta nueva asociación política. Pero desde esta pequeña columna les aconsejamos que no desmayen, porque todavía queda un largo trecho por recorrer. A lo mejor, quién sabe, de aquí a abril, logran convencer por lo menos a Marisol Pérez Tello para que vote por Acuña.